Entre todas las propuestas de reformas a las leyes que ha presentado Andrés Manuel López Obrador, la que hizo ayer para modificar el sistema electoral mexicano tendría una serie de efectos, aunque no le guste la palabra al presidente, de carácter estructural y gran trascendencia en la reconfiguración del sistema político mexicano.
Al margen de las posibilidades de que, ya sea completa o en partes, fuera aprobada por los legisladores, hay muchos elementos en ella que merecen un análisis serio y a fondo. Por un lado, los aspectos de tipo económico, debido a la presunción de que lograría ahorros sustantivos, que pudiera, pues, abaratar el costo de la democracia, con una serie de riesgos que eso conlleva y, por otro lado, el nuevo, en verdad, un completo nuevo diseño institucional de los órganos responsables de la organización y calificación de las elecciones, tanto en lo operativo como en lo jurisdiccional y en los principios bajo los que se rige la elección de los representantes populares.
Paulatinamente, abordaré cada uno de estos temas. Sin embargo, inicio con el que considero la médula de la posible reforma al sistema político mexicano y de su régimen de partidos políticos, mismo que por sí solo haría algo totalmente diferente a la democracia que conocemos en nuestros días.
Comenzaré con los principios para la elección de diputados y senadores, porque su modificación, tendría consecuencias y una trascendencia histórica, que afectaría directamente al sistema de partidos, en beneficio de los dos o tres que lograran ser los mayoritarios en las próximas elecciones federales y en perjuicio fatal de los demás.
Hay dos principios básicos para elegir representantes populares. Uno es el de mayoría y el otro el de la representación proporcional. Si se usa el de mayoría, significa que el puesto o los puestos que se disputen en las elecciones será o serán asignados a quien o quienes obtengan la mayor cantidad de los votos, ya sea mayoría simple o relativa (es decir, el que obtenga más votos y punto) o mayoría absoluta, o sea, el que reciba más del cincuenta por ciento de la votación, ello según las reglas que se establezcan.
Si se usa el principio de la representación proporcional, los lugares disponibles son asignados de acuerdo con la cantidad de votos que hayan obtenido los partidos políticos, mediante las listas que cada uno haya registrado con anterioridad. En otras palabras, a mayor porcentaje de la cantidad de votos corresponden más puestos de representación popular y viceversa. Estos son los que llamamos plurinominales.
En Ciencia Política decimos que cuando las elecciones se basan en el principio de mayoría, se trata de un sistema del todo o nada, porque el que gana las elecciones gana todo y el que pierde, aunque sea por un voto, pierde todo. Y, por tanto, resulta ser excluyente de las minorías, por más que cuenten con un importante respaldo popular. Por el contrario, los sistemas basados en el principio de representación proporcional son incluyentes, ya que consideran en el reparto de los cargos de representación a todos los partidos que hayan demostrado contar con ciertos porcentajes mínimos de apoyo popular, a través del voto de los ciudadanos.
En México, hoy por hoy, el sistema es mixto. Cuenta con una parte de los representantes populares electos por el principio de mayoría relativa y otra parte por representación proporcional. La propuesta del presidente es eliminar la representación proporcional.
El próximo lunes trataré sobre las consecuencias de eliminar a los plurinominales, que son muchas más que simplemente reducir el gasto. Por ejemplo, desconozco si los partidos minoritarios lo sepan, pero esa sola reforma los llevaría a su extinción.
Y para iniciados
Ya en los actos públicos se ve pegadito al gobernador, Cuauhtémoc Blanco, hasta el momento de redactar estas líneas, a su secretario de movilidad y transporte, al multimillonario Víctor “el güero” Mercado, lo que toman en radio pasillo como una señal de que pronto será ungido como nuevo secretario de gobierno. El güero tiene tanto amigos como enemigos. Unos, se lamen los bigotes por verlo rendir protesta para hacer bisnes y otros están preocupados porque si llega tendrían la llave presupuestal cerrada para lo que resta del sexenio. El riesgo para el Cuau es que gente cercana al güero dice que una vez llegando a Plaza de Armas, podría voltear bandera.
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