Las consecuencias de la pandemia de COVID-19 junto con la errática conducción de la economía se han convertido en una tragedia nacional. La visión triunfalista que presenta el gobierno federal a los mexicanos, como si la transformación propuesta por el presidente fuera ya una realidad, cada vez resulta menos creíble y más criticable.
Así como la cercanía con los Estados Unidos ha sido en diversos momentos de la historia un riesgo para la Nación, en otros, como ahora, ha significado la tablita de salvación para la economía de los mexicanos. El mayor ingreso mensual se recibe precisamente de las remesas provenientes del vecino del norte, de los dineros que los migrantes envían a sus familiares.
Por ahí de 55 mil millones de dólares al mes, que opacan de tajo a cualquiera de las paraestatales, incluidas Pemex y la CFE, ya que estos ingresos van directamente al consumo y el mercado internos, palian la pobreza campante y alivian el sufrimiento de decenas de miles de familias, que aquí siguen sin expectativas de encontrar trabajos bien remunerados y que, si es el caso, los programas sociales, ayudan, pero no resuelven el problema a futuro.
Ni en los tiempos en que a la Secretaría de Hacienda fue endilgado el nombre de Lolita, identificándola como “Dolores” para los contribuyentes, incluso con campañas que fueron consideradas como una especie de terrorismo fiscal, ni esos tiempos fueron tan rudos y crudos como los de hoy, en que la misma secretaría, pero cuatritransformada, lleva adelante la localización y persecución de todo aquel al que pueda sacarle una lana más.
Ni siquiera el más fanático de la izquierda progresista puede negar la subida de precios, la inflación pues, la falta de empleos y de oportunidades. Usted que hace las compras, que va a el mercado o a la tienda de autoservicio, no me dejará mentir, como tampoco todos aquellos que andan en busca de un empleo digno, en el que cuenten al menos con las prestaciones de ley y que nada más no lo hallan.
Como los políticos andan ya en la pelea por las candidaturas de los partidos y sus discursos podrán ser muy bonitos y llamativos, pero no resuelven nada, las inversiones en proyectos productivos, que generen fuentes de empleo formal, sea en la industria, el agro o en los servicios representan la posibilidad de sortear esta crisis que se asoma para largo. Sin inversiones que generen crecimiento económico y empleo formal, no habrá manera de salir adelante, ni impuestos que alcancen para mantener en el largo plazo los programas sociales, que si bien son un paliativo no resuelven el problema de la pobreza, y más bien funcionan para mantener cautiva a una clientela electoral.
Por eso digo que inversiones son amores. Todo lo demás, todos los discursos ideológicos de progresistas contra conservadores, de pobres contra fifís, de morenistas contra prianistas, de izquierda contra derecha, son puro jarabe de pico. Deberían entender que sus ideologías nos importan poco, lo que queremos son soluciones.
Y para iniciados
Partidos y aspirantes a ser candidatos ya se están dando cuenta que, si no se apuntan y se apuran a construir sus respectivas plataformas, pronto será tarde. Para decirlo con los apelativos por los que se les conoce, Rabin ya alzó la mano y dijo que sí quiere, Rafa Reyes también. Margarita Saravia lo niega, pero ya está en marcha lo que parece una estrategia para posicionarla. Lucy Meza y Juan Ángel Flores, como que sí, como que ahí están, pero no se han definido. Vamos a ver cómo mueven sus piezas, en los próximos días.
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