Parafraseando al nada bien recordado Carlos Hank González, podríamos decir: Instituciones pobres, pobres instituciones.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha generado mayores deficiencias, problemas operativos y baja calidad en los servicios públicos que está obligado, por ley, a brindar a los ciudadanos. En parte, es consecuencia del plan de austeridad por el que se han redireccionado miles de millones de pesos hacia los programas sociales. Pero también se debe a la simple, pura y llana negligencia de buena parte de los funcionarios, que han estado más dedicados a cumplir los caprichos y deseos presidenciales que a la sociedad a la que deberían servir.
Ese es uno de los terribles lastres del presidencialismo mexicano, a lo largo de su historia. Aunque los presidentes de cuño populista lo han exacerbado. Claros ejemplos son Luis Echeverría, José López Portillo y, el hoy cuatritransformista, AMLO. Formalmente, deberían ser servidores públicos. En el discurso se presentan así. Pero en la realidad y en la práctica están al servicio del presidente, y para su beneficio personal.
Pocos funcionarios escapan a esta tradición presidencialista, de la que regularmente resultan despedidos o reacomodados, según se encuentren en el ánimo del gobernante. Deberían estar a las órdenes del soberano, o sea del pueblo, pero no, están para complacer al presidente, pagando a veces hasta con su dignidad los salarios que perciben.
Si usted ha necesitado de los servicios de alguna institución de gobierno en los tres años y meses que lleva el gobierno de Andrés Manuel, casi en lo que sea, Hacienda, Salud, Economía, Turismo, seguridad y demás, posiblemente ya lo habrá padecido. Como nunca antes, el burocratismo, la falta de personal y la desatención hacen que las cosas sean mucho mas lentas. Desde una cita en el SAT, por ejemplo, hasta obtener información que debiera ser pública.
Los pocos organismos que siguen siendo mayormente eficientes son los autónomos, como el INE, INEGI y el Banco de México, por mencionar algunos muy destacados. Pero cuidado, Andrés Manuel quiere tenerlos también bajo su control y lo más pronto que se pueda. Con los resultados reales, no los otros datos de las mañaneras, sino los reales, reales, no manipulados en la forma de presentarse, estamos viendo cómo las instituciones se van deteriorando. Si López Obrador logra hacerse del control de estas tres instituciones, hoy todavía autónomas, para que sirvan y respondan a sus intereses, ahí ya habremos tocado fondo en la ruta del populismo autoritario.
Hubo quienes lo advirtieron y otros que guardaron silencio. Pero eso ya se veía venir desde las primeras exposiciones que AMLO hizo sobre los ejes de su pensamiento, al llegar a la presidencia. Si la austeridad republicana tuviera que ser pobreza franciscana, que así sea. Él mismo lo afirmó. Ahora vivimos ya el camino de la pobreza, con instituciones pobres, con pueblo pobre, con servicios pobres, en fin… pero eso sí, con un discurso cuatritransformista a favor de los pobres.
¿Eso es lo que usted quiere para el futuro de sus hijos y sus nietos?
Y para iniciados
Ya comenzó la campaña mediática con la que el gobierno de Cuauhtémoc Blanco tratará de convencer al pueblo de Morelos que ha dado buenos resultados. Según dice: “Vamos por más”. Y el pueblo bueno y sabio se pregunta… ¿Por más de qué? ¿Por más desempleo? ¿Más simulación, más vacaciones y juegos de golf? ¿Más fuereños que ven a Morelos como tierra de conquista? ¿Más irregularidades que se acumulen a las que ya ha sancionado la Suprema Corte de Justicia de la Nación? ¿Más inseguridad? ¿Más opacidad y discrecionalidad en el gasto de los recursos púbicos? ¿Más fotografías disque casuales con presuntos criminales? ¿Más impunidad? Gober, mejor ya no diga que va por más. Como que nos espanta un poco. Así déjelo.
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