El riesgo de una escalada inflacionaria que pulverice los efectos benéficos de los aumentos a los salarios mínimos se está manifestando ya. Hasta ahora el proceso inflacionario ha afectado en mayor medida a los empleados que tienen percepciones económicas medias, puesto que esta amplia franja de la población, ya bien en el comercio, la industria o los servicios, no han visto que sus salarios se incrementen, como sí lo hicieron los mini salarios.
La inflación es más que una eventual subida de precios en el mercado, supone incrementos generalizados y sostenidos en los precios de los bienes y servicios que una sociedad necesita de manera cotidiana. En otras palabras, que una o más mercancías suban de precios no es por sí sólo ya inflación, sino ésta se puede denominar así cuando el incremento perdura en el tiempo y hace decrecer el valor de la unidad monetaria. En suma, la inflación hace que con la misma cantidad de dineros se puedan comprar menos cosas. Así, la calidad de vida de quienes no ven incrementados sus ingresos al mismo ritmo que se incrementan los precios, en consecuencia, se reduce, sus posibilidades de ahorro (si es que las tienen) también, y son más propensos a engancharse con deudas, al través de préstamos, formales o informales, que comprometen, a su vez, sus futuros ingresos económicos.
Resulta evidente que la inflación puede ser, como ha sucedido muchas veces, altamente perjudicial para las economías personales y familiares, se trate de trabajadores asalariados, emprendedores o profesionistas independientes.
No siempre la inflación ha sido un fenómeno como el de nuestros días. La industrialización capitalista trajo consigo niveles de inflación que en la época mercantil no se habían registrado. La mayoría de los economistas coinciden en que no solamente es un tema de oferta y demanda de productos o servicios, sino de la oferta de dineros, es decir, de la cantidad de moneda que se encuentra en circulación. Por eso, las naciones han medido la cantidad de dineros circulantes, cuidando o tratando de cuidar que no haya más de lo que en realidad se produce y necesita en el mercado. Hay varios tipos de inflación, por supuesto, y créame que es toda una especialidad en economía. Pero de que es un fenómeno al que hay que poner atención, lo es, tan estratégico como otros indicadores.
La inflación se mide en México a través de un indicador al que se denomina Índice de Precios al Consumidor (IPC). El presidente de México ha sostenido que no ha habido inflación en términos reales durante su gobierno. Se apresuró a presumir que las alzas al salario mínimo no habían provocado inflación, argumentando que los economistas están equivocados. Pero el equivocado fue él, porque sí hay inflación que ya está alcanzando los mismos niveles anteriores a su gobierno. Y si no hubo tanta inflación como originalmente se esperaba fue porque la pandemia de COVID-19 desaceleró el consumo durante año y medio.
Sin embargo, ahora que las actividades económicas se están reactivando de manera casi total, es muy probable que padezcamos una mayor inflación. Los factores que incidirán más son, por supuesto, la presión de las nuevas olas de COVID, pero también el incremento de las remesas que llegan a México provenientes de Estados Unidos, porque se trata de dinero que no se genera en el territorio nacional, pero que sí se usa para el consumo local. A su vez, los programas sociales también incidirán, pues los recursos que se usan para ellos se destinan al consumo y no a la inversión.
En concreto, el presidente mintió. Sí hay inflación en términos reales, que usted mismo puede comprobar en los establecimientos comerciales, sin que nadie se lo venga a decir. Nada más cheque este dato: el año pasado en el mes de octubre la inflación fue del 6.24%, este año, en el mismo mes, fue de 8.59%. Y la tendencia es a que siga creciendo. Ya veremos en enero a cuánto haciende la inflación acumulada a lo largo del 2021.
Y para iniciados
La llegada de Pablo Gómez a la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) en sustitución de Santiago Nieto, quien perdió de un plumazo su credibilidad tras los escándalos en torno a su boda en Guatemala, con una consejera electoral del INE, puede desinflar un tanto la presión sobre la 4T, pero no garantiza que se destraben las investigaciones que Nieto dejó pendientes. De cualquier forma, Gómez tendrá que hacer revelaciones y denuncias formales pronto, muy pronto, para que no termine de hacer agua la bandera de la lucha contra la corrupción. Del tema de López Obrador en la ONU, hablaré en otro momento, una vez que veamos si en verdad tuvo efecto en el ánimo de la política internacional o si fue pura llamarada de petate.
¡Que tenga una excelente mitad de semana!
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