Uno de los propósitos fundamentales de la estrategia de Andrés Manuel López Obrador para centralizar y conservar el poder ha sido la ideologización del pueblo mexicano. Un continuo adoctrinamiento basado en la repetición, al estilo del propagandista nazi, Joseph Goebbels, pero ahora con el uso de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información.
El presidente repite y repite frases, aforismos y planteamientos con una alta carga ideológica tendientes a mantener y profundizar rencores, odios y divisiones que permitan a su partido ganar preferencias electorales. Un discurso populista, muy atractivo para las grandes masas de votantes. Una ideología que, como todas las ideologías, tal como lo sostuvo el propio Carlos Marx, tiene el objetivo de generar una falsa percepción de la realidad, para convencer sobre las ideas de la clase dominante, en este caso, de un partido dominante, con pretensiones hegemónicas de largo plazo.
Tocó el turno a la educación. La propuesta de la nueva escuela mexicana, al menos hasta donde han dado a conocer las autoridades educativas, dice ser integral y humanista y pretende romper con los esquemas didácticos y pedagógicos tradicionales. Supone líneas de inclusión, pensamiento crítico, igualdad de género y la apropiación de las culturas, a través de la lectura y a escritura, todo ello en el ambiente de la comunidad y la desaparición de los grados escolares para transformarlos en fases.
La intención es comenzar una prueba piloto en 900 planteles escolares. Poco más se sabe al respecto en términos operativos, pero lo que sí queda claro con la lectura del documento de cerca de 200 páginas, es que la propuesta se dirige a lograr la ideologización educativa, desde la enseñanza escolar inicial, que me recordó de inmediato a la Revolución Cultural China, de 1966 a 1976, impulsada por el entonces líder del Partido Comunista Chino, Mao Zedong, misma que pretendía eliminar los restos del pensamiento capitalista para imponer su pensamiento, el maoísmo, como ideología dominante.
Guardadas las proporciones, porque Mao Zedong fue un líder muy bien preparado ideológicamente, cuya producción intelectual ha sido objeto de profundas reflexiones, a diferencia de López Obrador, cuyos libros en realidad no han hecho ninguna aportación significativa, su propuesta de reforma educativa comienza, por decir lo menos, sin pies ni cabeza y en forma anacrónica.
Ideologizar la educación podrá tener buenos resultados políticos, pero va en contra de la libertad de pensamiento. Nada más alejado de la capacidad crítica que la ideologización. Asimismo, ya no es la época de la Guerra Fría, del enfrentamiento entre la ideología capitalista y la socialista. Sin embargo, López Obrador parece estar empeñado en destacarse como líder de los progresistas de izquierda, valiéndose de todo, hasta de los niños, en lo que hoy todavía se llama educación preescolar.
Si bien el neoliberalismo no es la solución, pues ha demostrado su fracaso y cada vez está más cerca del colapso, tampoco lo es la ideología de izquierda, los llamados progresistas, que no son más que trasnochados socialistas, que ya ni se atreven a reconocerse como tales y prefieren llamarse progresistas.
México y el mundo necesitan encontrar otra vía, pero lo claro es que la ideologización educativa sería más un retroceso que un avance.
Y para iniciados
A diez días de llevarse a cabo la reunión entre legisladores locales, a fin de saber si se reúnen los 14 votos necesarios para la renovación de los órganos internos del Congreso, la correlación de fuerzas está cambiando. El PRI, que llegó a tener tres miembros en su bancada, se quedó sólo con uno, Eliasib Polanco Saldívar, una vez que Alberto Sánchez presentó su renuncia. Eso le da muchas menos posibilidades de lograr algo en las negociaciones. Las diputadas que han alzado la mano para encabezar la Mesa Directiva, en lugar de hacer fuerza, la atomizan. Salvo alguna sorpresa de última hora, todo apunta a que, en el Legislativo, se mantendrán las cosas como están o casi como están.
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