La inmensa mayoría, si no todos los morelenses, de nacimiento o por residencia -eso no importa- contamos con familiares radicados en los Estados Unidos de Norteamérica.Por varias generaciones han ido a buscar el famoso sueño americano, buena parte de ellas y ellos, no exentos de fracasar en el intento, padecer discriminación y abusos o hasta perder la vida en el camino.
Algunos bienaventurados, ya establecidos allá tras fronteras, en San Francisco, Los Ángeles, Nueva York, Chicago o tantas otras comunidades, desde mediados del siglo pasado y ahora relevados por sus descendientes, han apoyado por décadas a familiares, cercanos y lejanos, para viajar en busca de un horizonte de posibilidades, a fin de salir de la pobreza prevaleciente y la falta de oportunidades en sus pueblos de origen.
Y no han faltado quienes, mujeres y hombres, luego de formarse en la práctica profesional como abogados especializados en migración, han guiado y defendido a nuestros paisanos en la lucha contra su deportación, logrando para estas personas la residencia legal.
Sí, algunos corrieron con la suerte de encontrar y vivir el sueño americano. Otros, aun sobreviviendo a tragedias mayores, forman parte de los, alrededor de catorce millones de inmigrantes indocumentados de proveniencia mexicana. El cálculo es imposible de confirmar con certeza, sólo es aproximado. Todas ellas y ellos están expuestos todos los días a ser aprehendidos, sancionados y deportados. Depositados luego, allá o acá, en alguno de los albergues, cuyas condiciones parecen más las de una cárcel.
Diversas organizaciones defensoras de derechos humanos han investigado y documentado numerosos ejemplos de abusos contra migrantes y la falta de rendición de cuentas al respecto, tanto por parte de las autoridades norteamericanas como de las mexicanas. Los casos más graves involucran el uso indebido de la fuerza y la pérdida de vidas. Sin embargo, aunque esas fueran las excepciones, victimización y crueldad, son sucesos producidos diariamente, desde la violencia en el momento de las detenciones hasta las violaciones sexuales, pasando por el robo de las pertenencias de valor, la elaboración de perfiles raciales, falsificación de documentación migratoria, negativa a proporcionar alimentos o atención médica, separación de familiares y, ya lo menos, aunque igualmente inaceptable, uso abusivo del lenguaje.
Desde la fundación del Departamento de Seguridad de los Estados Unidos, hace más de veinte años y hasta ahora, los norteamericanos no han logrado construir un sistema eficiente para el tratamiento de la migración ilegal. Sus operaciones y procedimientos son opacos, lentos, así como los de las agencias creadas en estos años supuestamente para prevenir y reparar los daños a las víctimas migrantes. Del lado mexicano, pues ya ni se diga. Son secretos a voces: la extorsión, los abusos y la colusión del personal y de las autoridades del Instituto Nacional de Migración.
Bajo estas circunstancias comienza hoy la pesadilla Trump. Las autoridades mexicanas, federales, estatales y locales, fieles a su costumbre de no reconocer y mentir, dicen estar preparadas para las olas de expulsiones. Están ampliando la capacidad para recibir a la gente deportada. Contrataron un ejército de abogadas y abogados para la defensa de los connacionales y ofrecen recibirlos con programas sociales y laborales.
No lo olvidemos, parte de esas deportaciones podrían ser de morelenses. También debemos estar preparados.
Y para iniciados:
Siguen y siguen encontrando irregularidades tras la entrega/recepción del gobierno anterior al actual. La noticia sobre las primeras denuncias penales y administrativas revivió el recuerdo de las frenadas a lo largo de los últimos años por el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador, como el Caso Primavera y las observaciones de la Auditoría Superior de la Federación, por miles de millones de pesos. Subsiste en el ambiente la duda sobre si todo quedará en llamarada de petate o si en verdad habrá justicia y resarcimiento del daño. Ya lo veremos.
La información es PODER!!!