Durante el invierno de hace treinta y dos años, (noviembre 1991 – enero 1992), se vivió en México un episodio que marcó y redirigió no solo el rumbo político del sureste, sino que aceleró el ritmo del desarrollo democrático nacional: el “Éxodo por la Democracia”; expresión del descontento social y rechazo a la manipulación electoral del gobierno, que se materializó en la forma de una caminata de más de mil kilómetros partiendo de Villahermosa, Tabasco, continuando por Veracruz, Puebla, Tlaxcala y Estado de México, para culminar en la Plaza de la Constitución, en el Zócalo de la Ciudad de México.
Del Presidente López Obrador, suele recordarse con frecuencia su lucha de dieciocho años por llegar al poder, sin embargo, casi una década antes fue el artífice de esta caminata que por cincuenta y un días concentró el despertar de un pueblo harto de los cacicazgos políticos que usurpaban y traicionaban el legado revolucionario. Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz-Ledo y Heberto Castillo, son tan solo las caras más visibles que le acompañaron, pero fueron cientos de mujeres y hombres que sortearon el cansancio y las inclemencias del trayecto motivados por un ideal más grande y vigoroso que su propio sosiego, que cada vez menos era posible encontrar, tras la “caída del sistema” del 88.
Con esta acción de resistencia civil, se consolidaba una verdadera oposición, una verdadera izquierda, concentrada principalmente en el Partido de la Revolución Democrática-PRD, que realmente regeneraba y transformaba la vida pública. Para las nuevas generaciones puede no ser fácil dimensionar las implicaciones de la marcha, pues hoy, a pesar de sus imperfecciones, contamos con una abismalmente mayor libertad de expresión a la de aquel momento en el que, el poder opresor y represor del sistema determinaba casi en su totalidad el criterio editorial e informativo de la prensa y medios de comunicación en todo el país y que en Veracruz parecía sentirse con mayor fuerza, irónicamente siendo gobernador del estado, el hoy paladín de la nueva política, Dante Delgado. Veracruz vivió momentos violentos y de represión hacia los integrantes del éxodo que en diversas concentraciones a lo largo de su trayecto se contaban en miles, compartiendo la frustración del fraude electoral. A nivel central, el movimiento de resistencia se encontró con el oficio político de don Fernando Gutiérrez Barrios, como Secretario de Gobernación, lo que dio paso al reconocimiento de diversos triunfos electorales y la anulación de algunas elecciones para reponer los procesos, todo ello a favor y como logro de la oposición.
El “Beto Gato”
Este pasaje de la historia me tocó vivirlo como estudiante universitario, activo políticamente, gracias a la guía del aquel entonces Rector de la Universidad Veracruzana, Rafael Hernández Villalpando (hoy diputado federal de Morena), con quien unos años más tarde compartiría la aventura política que le llevó a ser el primer presidente municipal de oposición en Xalapa, Veracruz por el PRD. El Rector Villalpando me presentó a uno de los más representativos reporteros gráficos y caricaturistas de origen veracruzano: Alberto Morales García, internacionalmente conocido como el “Beto Gato”, cuya amistad conservo y valoro desde entonces.
Hace unos días, precisamente mi amigo, “Cat Morales”, en un esfuerzo conjunto entre su reconocida agencia Multigráfica y el Instituto Literario de Veracruz, lanzó una extraordinaria obra editorial: ÉXODO POR LA DEMOCRACIA, que a través de su visión artístico-fotográfica permite adentrarse en este pasaje político y con ello comprender parte de la transformación democrática del país y sucesos posteriores como la conformación del IFE, hoy INE, la alternancia en la Presidencia de la República, en la casi totalidad de los estados (solo Coahuila se mantiene gobernado por el PRI sin interrupción), así como en cientos de ayuntamientos y en la composición legislativa tanto federal como de los estados. El prólogo magistral del periodista e investigador Raciel Damón Martínez Gómez, complementa el interesante recorrido fotográfico que documenta para la posteridad esta expresión del México bronco que, de tiempo en tiempo, tomando provecho de aquellas mujeres y hombres que marcan la ronda de las generaciones, saca la casta por recomponer el rumbo de la nación.