Los partidos políticos se han convertido en piezas de engrane para el funcionamiento de una sociedad, pues para todos es sabido que su función se centraliza en la elección de las personas que a futuro representaran los intereses de nuestra colectividad; ya sea en la gubernatura del Estado, en los congresos locales o los Ayuntamientos.
Por esta razón, la elección de estos funcionarios no debe ser una tarea sencilla, mucho menos tiene que tomarse a la ligera, pues de por medio se encuentra el cumplimiento o la omisión de los deberes encaminados a sufragar las necesidades, inquietudes y demandas de las personas que integran la sociedad.
Luego entonces, si bien existen una serie de requisitos para poder ocupar un cargo público, también lo es que, muchos de los contendientes no se encuentran plenamente capacitados o con el perfil adecuado para ocupar un puesto de esta naturaleza. Principalmente por no contar con las aptitudes y herramientas personales que se requieren para poder administrar, dirigir y representar a un núcleo social.
Lo anterior se traduce a que no basta con ser solamente mexicano y contar con los derechos político-electorales vigentes, para considerarse como un candidato idóneo, sino que, con el propósito de que las entidades federativas evolucionen de forma positiva, es deber de la ciudadanía involucrarse en todos y cada uno de los procesos electorales e investigar la trayectoria, reputación, integridad, valores y la capacidad de todos los contendientes, sin distinción del partido que lo abandere.
La popularidad de una persona por cuestiones ajenas a la política, no debe ser un factor determinante para la decisión del sufragio. Es necesario percatarse que lo que algunos partidos políticos realizan son meras manipulaciones, al elegir como candidato a una persona “famosa”, con el propósito de que sus simpatizantes lo apoyen. Sin embargo, este acto es sumamente egoísta y contrario a la esencia de nuestra patria, pues a pesar de que esa decisión genera votos al partido, también lo es que al situar en el poder a una persona que carece de competencia y de compromiso, de forma evidente se genera una afectación al Estado y a cada uno de sus miembros.
Desafortunadamente la política ha sido viciada, pues se ha perdido la vocación y la trayectoria profesional de muchas de las personas que se encuentran inmersas en esta área tan importante para el País, convirtiendo la fiesta de la democracia en un simple concurso de popularidad que solo beneficia a intereses de particulares y de grupo.
Para concluir, se hace un llamado a la ciudadanía para que en las próximas elecciones, acudamos a emitir un voto verdaderamente razonado y responsable; además, aunque es muy pronto para vislumbrar a posibles candidatos, lo cierto es que en esta contienda electoral se debe tomar en cuenta al candidato como profesional y no por estadísticas de popularidad, teniendo como principal exigencia que quienes funjan como contendientes cumplan con todos y cada uno de los requisitos de la ley, pero sobre todo que sea empático, sensible y comprometido con el sentir, necesidades y requerimientos de nuestra sociedad.