El jueves de la semana pasada, reunido en un restaurante del centro citadino con miembros de alguna agrupación presuntamente concentradora de organizaciones no gubernamentales (la mayoría son puros membretes), el abogado José Luis Urióstegui Salgado, presidente municipal electo de Cuernavaca, habló alrededor de media hora haciendo reflexiones respecto al origen de su candidatura a la alcaldía hoy todavía ocupada (así estará hasta el 31 de diciembre del año en curso) por Antonio Villalobos Adán.
Dijo textualmente lo siguiente:
“Aprovecho para reiterar que no soy militante de ninguno de los partidos que me llevó a la candidatura, que fueron sólo dos, PAN y Partido Socialdemócrata. Ambos partidos me abrieron la puerta en calidad de ciudadano y yo pretendo continuar más con esa representación ciudadana que partidista, porque la ciudadanía no puede dividirse en ideologías cuando los problemas son comunes, tenemos la responsabilidad de atender por igual a quienes pertenezcan a uno u otro instituto político o que sean apartidistas”.
Debo poner énfasis en que saqué el texto anterior de un artículo publicado por el colega Jesús Castillo García en el sitio web de su revista “Cauce Legal”, titulado precisamente así: “Urióstegui no es militante de ningún partido político”.
Castillo figura en el círculo cercano de Urióstegui Salgado y es probable que se convierta en el coordinador de Comunicación Social del Ayuntamiento de Cuernavaca allende el 1 de enero de 2022, para lo cual faltan varios meses. Sin embargo, el colega entró en el debate sobre lo que son las candidaturas ciudadanas o independientes, y las que se logran a través de los partidos políticos, bajo las condiciones establecidas por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la cual indica que los partidos son instituciones de interés público a través de las cuales los ciudadanos ascienden al poder de este país.
Escribió Jesús Castillo:
“Y efectivamente, Urióstegui Salgado siempre ha dicho que no pertenece a ningún partido, ni al PRD por el que contendió en 2012, ni al PAN ni al PSD que lo registraron como su candidato común en las elecciones del pasado mes de junio (…) Sin embargo, algunos lo vieron (las palabras del jueves) como un deslinde del partido que en los últimos días ha sido muy criticado por haber intentado registrar un candidato a diputado federal como indígena”.
El colega, desde luego, se refería al Partido Acción Nacional, pero sobre todo a Oscar Daniel Martínez Terrazas, a quien el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) retiró su diputación federal plurinominal (para estar adscrito a la LXV Legislatura), simple y llanamente porque participó en la contienda bajo condiciones fraudulentas, supuestamente representando a una comunidad indígena de Guerrero, lo cual resultó más falso que una moneda de cuatro pesos. Empero, desde siempre, los comunicadores sabíamos que Oscar Daniel Martínez Terrazas estaba yendo a los comicios como un candidato “cachirul”.
¿Qué relación tiene lo anterior con José Luis Urióstegui Salgado? Mucha, porque el ex presidente de la Barra de Abogados y “ex” de muchas otras cosas en Morelos no desconocía las circunstancias antidemocráticas bajo las cuales Oscar Daniel y sus hermanos Juan Carlos y Adrián, de los mismos apellidos, se apropiaron de la franquicia partidista en que hoy está convertido el Partido Acción Nacional de Morelos.
Urióstegui podrá opinar que no observa ninguna ilegalidad en ese sentido, y puede que así sea, pero no siempre lo legal es legítimo. Lo legal puede tornarse ilegítimo, cuando, verbigracia en el caso de la tríada de los Martínez Terrazas, cerraron las puertas a quienes dentro del partido les representaban debate y oposición. Hicieron virtualmente a un lado a los rescoldos de la “Sagrada Familia”, para sentar los reales de la “Hermandad Sagrada”. Etcétera. Con Pepe Urióstegui, según se aprecia, pudo haber pesado más aquello de que “el fin justifica los medios” e hizo la vista gorda ante el estilo del Clan Terrazas.
Conozco al abogado Urióstegui Salgado desde hace varias décadas y puedo afirmar que nunca ha estado inmerso en escándalos, ni pesan sobre él señalamientos susceptibles de ser calificados como delitos penales o civiles. Es un hombre congruente entre su pensar, hacer y decir, pero, desde mi particular punto de vista, no ha dejado de ser un personaje apegado más a lo ciudadano que a lo político, al que no le agradan los pleitos (me remonta a Morales Barud), pero metido de lleno a una actividad que no se fundamenta en los escrúpulos y cuyos miembros, como ha sucedido en años recientes con los hermanos Martínez Terrazas, solo entienden el lenguaje de madriguera. “La política es el arte de tragar sapos y saborearlos”, diría mi siempre bien recordado Alfonso Sandoval Camuñas.
O, como lo acuño Don Jesús Reyes Heroles al definir a un político mexicano:
“Cuando político mexicano te dice que SÍ, debes interpretarlo como un TAL VEZ; si te dice TAL VEZ, ve pensando en que pudiera tratarse de un NO; si su respuesta es titubeante y se orienta más hacia el NO, mejor piensa que la actitud posteriormente se convertirá en eso, en NO. Y si te dice que NO, entonces no es un buen político mexicano”.
Las palabras pronunciadas el jueves de la semana pasada por Urióstegui en el restaurante “Colonial” son un deslinde de los hermanos Martínez Terrazas, ante quienes está marcando una definición, la cual pudiera interpretarse como el hecho de que el prestigiado abogad no aceptará sus presiones cuando tome posesión como presidente municipal constitucional. Sin embargo, a estas alturas de la etapa post electoral también existen leyendas sobre el respaldo que Urióstegui recibió de la corriente de Morena hoy identificada como “Rabinismo”. Se trata de los seguidores de Rabindranath Salazar Solorio, subsecretario de Desarrollo Democrático, Participación Social y Asuntos Religiosos de la Secretaría Gobernación, hoy a cargo del ex gobernador tabasqueño Adán Augusto López.
Solo el tiempo nos dirá si José Luis Urióstegui Salgado acepta o no la acción de los grupos de presión asociados a la política; si los dueños del PAN le exigen o no canonjías en el Ayuntamiento; y si harán lo mismo quienes, presuntamente, le acarrearon el “voto útil” en contra de Jorge Argüelles Victorero, ex candidato rechazado por el “Rabinismo”, para favorecerlo a él.
Por lo pronto, Urióstegui proyecta ser un personaje ciudadano, que ganó las elecciones del 6 de junio pasado bajo esa condición, la cual no está dispuesto a hacer a un lado para favorecer intereses políticos. Me parece que ya está metido en la política, donde más pronto de lo que imaginamos comenzará a recibir las presiones propias de esa dura actividad que, insisto, no conoce escrúpulos. Por ahora, en determinado momento, también me recuerda a Antonio Riva Palacio quien, debido a su prolongada carrera política y académica, suponía que se lo merecía todo.
Con Urióstegui sucederá lo que muchas veces escuchamos en voz de gobernadores y alcaldes cuando son objeto de fuertes presiones, conflictos y variables impredecibles: “Es que ese asunto está politizado”.
Así es: el nuevo entorno de Urióstegui estará plagado de politización, todos los días. Ya veremos cómo lo maneja.
De entrada, quiero conocer la integración de su gabinete, para comprobar si hubo o no pago de facturas políticas. En el próximo Cabildo ya existe la presencia de grupos de presión identificados con la política. Un hermano de Rabindranath Salazar, de nombre Debendranath con los mismos apellidos, es regidor electo por Morena y se ha identificado al lado del alcalde electo. Pero falta mucho tiempo para ver si las “definiciones” actuales se tornan en traiciones durante los tiempos venideros.
Así es la política, frente al perfil ciudadano, buenos modales y magníficas costumbres; valores y principios éticos de Pepe Urióstegui. Por el bien de mi ciudad natal, espero que pueda sacarla del rezago histórico de casi 50 años en que se encuentra.