En una de las perversidades más condenables del sistema, hace veintinueve años, un 23 de marzo, aconteció el trágico deceso del candidato presidencial del partido oficial que se atrevió a señalar los problemas nacionales, de ver la realidad de “un México con hambre y sed de justicia”.
Casi tres décadas después, nos debe reconvenir como nación, que hayamos permitido que algunas de las líneas de aquel histórico discurso pronunciado por Luis Donaldo Colosio Murrieta, el 6 de marzo de 1994 en el monumento a la Revolución, sigan vigentes y coincidentes con la realidad de un México, de un pueblo que lastimosamente aprende demasiado lento y olvida demasiado pronto.
Colosio reconoció que la Revolución Mexicana, seguía siendo nuestro mejor horizonte; criticó la dinámica de un partido que solo dialogaba consigo mismo y con el gobierno; fue sensible a la necesidad de transformar la política, para cumplirle a los mexicanos, de acabar con cualquier vestigio de autoritarismo; e incluso sentenció que el origen de muchos de nuestros males se encontraba en una excesiva concentración del poder. Esas sentencias políticas, explican en mucho la rabia de sus ejecutores que –nunca lograron la aceptación colectiva de la tesis del asesino solitario–; y, sin embargo, no son la parte más álgida de su célebre alocución, pues continuaba:
“Yo veo un México de comunidades indígenas, que no pueden esperar más a las exigencias de justicia, de dignidad y de progreso; de comunidades indígenas que tienen la gran fortaleza de su cohesión, de su cultura y de que están dispuestas a creer, a participar, a construir nuevos horizontes”;
“Yo veo un México de campesinos que aún no tienen las respuestas que merecen…”
“Yo veo un México de jóvenes que enfrentan todos los días la difícil realidad de la falta de empleo, que no siempre tienen a su alcance las oportunidades de educación y de preparación. Jóvenes que muchas veces se ven orillados a la delincuencia, a la drogadicción; pero también veo jóvenes que cuando cuentan con los apoyos, que cuando cuentan con las oportunidades que demandan, participan con su energía de manera decisiva en el progreso de la Nación”;
“Yo veo un México de mujeres que aún no cuentan con las oportunidades que les pertenecen; mujeres con una gran capacidad, una gran capacidad para enriquecer nuestra vida económica, política y social. Mujeres en suma que reclaman una participación más plena, más justa, en el México de nuestros días”;
“Yo veo un México de empresarios, de la pequeña y la mediana empresa, a veces desalentados por el burocratismo, por el mar de trámites, por la discrecionalidad en las autoridades…”
“Yo veo un México de profesionistas que no encuentran los empleos que los ayuden a desarrollar sus aptitudes y sus destrezas”;
“Un México de maestras y de maestros, de universitarios, de investigadores, que piden reconocimiento a su vida profesional, que piden la elevación de sus ingresos y condiciones más favorables para el rendimiento de sus frutos académicos; técnicos que buscan las oportunidades para aportar su mejor esfuerzo”;
2024 será el escenario de una nueva contienda política por la Presidencia de la República y, si bien es cierto que hoy México no se ve igual al México que vio Colosio, desde ahora, es momento de fijarnos la meta de una nueva realidad nacional, que nunca más permita que un candidato presidencial tenga que reconocer que vivimos en “Un México de gente agraviada, por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla”.
Recordar el discurso de Colosio, es recordar el México al que no queremos regresar, es oportunidad de aprender del pasado e impulsarnos a un futuro que consolide la más sólida y próspera transformación nacional.