Al margen de lo que decidan las feministas de medio tiempo de Morena, Cuauhtémoc Blanco, por muy caradura que sea, vive la peor de las vergüenzas públicas que jamás se recuerden en los últimos años.
Que en todos los medios de comunicación nacionales y ya internacionales se hable de que está acusado de violar a su propia hermana, en grado de tentativa, que en la máxima tribuna del país suban mujeres a exigirle que se quite el fuero para que enfrente una acusación de ese nivel es la cosa más humillante.
Porque nadie en el país habla de su gestión como gobernador, excepto cuando preguntan referencias y solo se responde que fue una nulidad corrupta e incompetente.
Y mucho menos se puede hablar de alguna labor legislativa, porque Blanco sabemos que solamente va a calentar una curul, a alzar la mano, a invitar los tacos y a que lo protejan.
Porque ahora, Cuauhtémoc Blanco y el sórdido impresentable de su hermanito Ulises andarán por la faz del planeta como dos seres inmundos. Y Morena pagará el precio de lavarles la cara. (En sentido figurado).
 El juicio de la sociedad y de la historia será mucho peor que mantenerse escondidos en un rebaño.
Y falta lo que también va a sacar a la luz pública la esposa brasileña de Blanco Bravo.
Por cierto, estos delitos no prescriben, y en dos años dejará de ser diputado federal este ídolo de las multitudes, qué vergüenza y qué pena deber ser Cuauhtémoc Blanco de ahora en adelante.
