Suele suceder que los políticos tratan de aparentar lo que no es. Y esto aplica para la inmensa mayoría de ellos, no solamente en los asuntos públicos y electorales, sino en su vida personal, su ideología y sus convicciones, si es que estas dos últimas las tienen. En otras palabras, practican la política como el arte de la simulación y el engaño.
Lo dijo John A. Lincoln, quien fuera presidente de los Estados Unidos de 1861 a 1865, enfrentan el dilema de salvar sus dos caras a la vez. Vea usted. Hay políticos disque de izquierda que, a la hora de tratar temas como el derecho de las mujeres al aborto, lo evaden o se esconden. Otros que son de derecha, muy conservadores, no faltan a misa los domingos, pero gustan de las relaciones extramaritales y las francachelas.
Con el estreno de las disposiciones legales para generar criterios de inclusión de los grupos vulnerables en la integración de los órganos de representación popular, vimos múltiples casos de quienes se hicieron pasar por indígenas o miembros de la diversidad sexual, con tal de obtener, primero, la candidatura y, luego, una diputación. Algunos de ellos fueron sorprendidos, denunciados y sancionados, como el panista Oscar Daniel Martínez Terrazas, a quien le fue retirada su constancia de asignación como diputado federal plurinominal. Y otros, como la hoy diputada local, Gabriela Marín Sánchez, cuya autoadscripción indígena es puesta en tela de duda por los mismos miembros de estas comunidades, pero que como nadie denunció y no se investigó, a diferencia de Martínez Terrazas, ahí está ya fungiendo como legisladora.
En el terreno del ejercicio de gobierno vemos algo muy similar. Las administraciones van mal, pero los gobernantes afirman lo contrario. Los números, la estadística, muestra que ni la seguridad, ni la economía, ni los diferentes rezagos, en el área que usted indique, han sido solucionados, pero siempre dicen que van bien y lo harán mejor, que no le van a fallar al pueblo que los eligió, cuando se la han pasado fallando e incumpliendo todo el periodo en el que han cobrado y hecho negocios a costa de sus cargos en el gobierno.
Cuando son señalados, o bien desestiman las críticas, se les resbalan, o a lo más se esmeran en enviar comunicados de prensa sobre acciones y decisiones, así como fotos de actos públicos en las redes sociales que intentan atemperar o detener la bola de nieve que podría venírseles encima. Tales son los casos de la crisis en los servicios de salud del estado, a cargo de Marco Antonio Cantú Cuevas o el abandono en que está cayendo Xochitepec, bajo la presidencia de Roberto “Chalo” Flores, quien cada vez está más cercano, por cierto, a los morenistas.
En medio de todo esto, se vuelven a escuchar los llamados a la unidad para trabajar por el bien de Morelos y sus habitantes, llamados que no resultan sino una simulación más de las que desgraciadamente seguiremos escuchando los próximos dos años y meses.
Y para iniciados
En este tenor se encuentra el llamado a la unidad, luego de la reunión de legisladores con el gobernador. Trabajo arduo, difícil, dijeron. Pero sin resultados sustantivos y concretos. La única decisión destacable, por una amplia mayoría de 17 votos a favor, fue la de ratificar en su cargo, por un período más, al ombudsperson estatal, Raúl Israel Hernández Cruz, desde mi perspectiva el primero en la historia de la CDHM que ha cumplido cabalmente con las funciones que la ley le encomienda, haciendo respetar la autonomía de la institución, aun a costa de enfrentar intereses mezquinos y perversos.
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