Morena, el partido político fundado por Andrés Manuel López Obrador, ya no representa ninguna esperanza para los morelenses ni para los mexicanos. Paso a paso ha cumplido el vaticinio de mandar al diablo a las instituciones, las leyes y hasta sus propias reglas internas. Y todo por el hambre de poder.
López Obrador cumplió con sus aliados, defraudando a quienes creyeron en él, entregando el partido a los neomorenistas que, con base en el acarreo y la compra de votos, en otro tiempo inaceptables y reprobables, se impusieron a los fundadores y líderes históricos de Morena.
No nos hagamos los inocentes. Mario Delgado Carrillo, líder formal de Morena, es solamente una marioneta que se mueve conforme a lo que indica el presidente. Quien respaldó a Ulises Bravo Molina, para ser reconocido como una especie de presidente legítimo del Comité Directivo en Morelos fue el mismísimo Andrés Manuel.
Nada importó a AMLO y menos a Delgado Carrillo: ni las leyes electorales, ni la flagrante violación a la convocatoria para la elección de consejeros, ni las evidentes y reconocidas trampas y transas en el proceso interno, incluso al grado de volverse a lanzar contra las autoridades electorales a las que acusan de asechar a su partido político.
¿Dónde quedaron los principios de “no mentir, no robar y no traicionar”? Es cierto que los vencidos al interior de Morena sucumbieron en las urnas ante Bravo Molina, divididos e incapaces de hacer frente a la mentira, la compra de votos y conciencias, así como a la artera traición, desde arriba, a los principios que inspiraron a millones de mexicanos para otorgar su confianza a quienes hoy se sienten dueños de la verdad y desprecian la legalidad. Y todo por el hambre de poder.
Ulises Bravo logró doblegar a los morenistas locales, cobijado con el manto protector del presidente hacia su persona y la de su hermano, el gobernador de Morelos. Pero eso no es nuevo. En las tierras de Emiliano Zapata, los morenistas nunca han tenido el control de su partido. Siempre han sido objeto de las imposiciones presidenciales. Por más que quieran aparentar lo contrario son un partido igual o más autoritario de lo que fue el PRI, cuando estuvo en la cúspide del poder hegemónico.
En Morena, la ambición, el hambre de poder y de dinero, ha consumido su originaria esencia de izquierda democrática desde sus entrañas, para convertirse en una izquierda autoritaria, excluyente y pragmática. ¿Pero por qué será que todavía millones no se dan cuenta de ello? ¿Será que el escritor Mark Twain tenía toda la razón cuando dijo “es más fácil engañar a la gente que convencerlos de que han sido engañados”? Y todo por el hambre de poder.
Y para iniciados
La alianza entre el PAN, PRI y PRD se tambalea. Y si siguen como van, habrá un beneficiario que ha estado esperando largo tiempo su oportunidad para dejar de ser un partido marginal y convertirse en el 2024 en la segunda fuerza electoral del país, pudiendo entonces pensar en un promisorio 2030, una vez que AMLO sea sólo un mal recuerdo. Sí, se trata de Movimiento Ciudadano, el partido naranja, que con el joven Colosio como proyecto, siendo candidato, ya sea a gobernador o a presidente en las próximas elecciones, generará una ola de votación que llegaría a buena parte del territorio nacional.
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