POR MARCOS PINEDA
Esta semana terminarán de aprobarse, en la Comisión de Puntos Constitucionales de la saliente Cámara de Diputados, los dictámenes que no solamente instruyó Andrés Manuel López Obrador quedaran listos para la Legislatura entrante, sino que desde la propia Secretaría de Gobernación fueron entregados a los representantes de Morena, bajo la estricta indicación de que no deberán hacérseles más que modificaciones formales y operativas, pero para nada, de fondo.
Ante la queja de los diputados morenistas, de que la premura los estaba llenando de una fuerte carga de trabajo y proponían posponer la discusión de algunos de ellos, vino la llamada de Palacio Nacional. Tajante, la instrucción fue, se aprueban ya, porque se aprueban ya. Sabedor el presidente de que, para la mayoría de ellos, “mucha carga de trabajo” significa no más que asistir varias veces a San Lázaro para levantar el dedo, ejerció la supremacía de su poder sobre la bancada y sus partidos satélite, para que todo se haga conforme él lo ha dispuesto, quedando relegada la representación popular en el cuerpo legislativo a una mera operadora de la voluntad presidencial.
Todavía hay quienes apuestan a que Claudia Sheinbaum, una vez con la banda presidencial en el pecho, asumirá su poder e influencia y comenzará a tomar sus propias decisiones, ya sin el peso en la espalda de la figura del hoy casi todo poderoso Andrés Manuel. Para mañana martes, cuando se reúna la presidenta electa con los legisladores de la 4T, que entrarán en funciones al finalizar esta semana, no se esperan mensajes ni posicionamientos al respecto, sino la confirmación de que no habrá ruptura ni distanciamiento con el actual presidente. Sheinbaum tiene muy claro hasta dónde es capaz de llegar la furia del presidente si percibe que ella tiene intenciones de cortarse el cordón umbilical de su mentor y jefe político. Así que no habrá más que continuidad en el discurso presidencial, aunque con menos ataques, retos o burlas, pero, al fin del cuento, la reafirmación de la lealtad para con López Obrador y lo que llamarán su legado.
Una vez consumadas las reformas, antes de que asuma la presidencia Claudia Sheinbaum, el golpe y la condena ya estarán dados. Estará cercada, de tal forma que dar marcha atrás se antojaría como una misión imposible, pues ha manifestado su acuerdo total e irrestricto con cada uno de los planteamientos del presidente, sin excepción.
En medio de todo ello, para el mes de septiembre, último de la presidencia de López Obrador, podríamos vivir una convulsa situación: señalados dentro y fuera del país, y no nada más en lo económico, sino por estar en la ruta hacia un modelo de dominio político. Sí, un modelo de dominio y no un modelo de democracia, pues no se puede llamar cabalmente democracia a un sistema sin contrapesos ni equilibrios, en el que las voces, las reflexiones y los argumentos, de quienes tienen una percepción diferente de la oficial, no podrían aspirar a más que ser escuchadas, sin que sean tomadas en cuenta, por más verdad y razón que tengan.
Queda claro, el presidente y Morena están cumpliendo con el cometido de los partidos políticos, con su esencia programática de ganar y mantener el poder. Lo demás, son discursos e instrumentos. Seguiremos escuchando que los gobiernos neoliberales tienen la culpa de la grave situación que impide a los nuevos gobernantes resolver los históricos problemas nacionales, mientras la adecuación a las normas, comenzando por la Carta Magna, legaliza la centralización de las decisiones y destierra la posibilidad de la rendición efectiva de cuentas y de transparencia.
¿Para qué quiere un gobierno de corte autoritario organismos independientes, como un Poder Judicial o un Legislativo, o instituciones capaces de reconvenirlo, y menos una sociedad civil demandante o una prensa crítica, si él puede hacerlo todo solo, sin que nadie se le interponga? Eso sí, a menor costo económico, bajo la constitucionalizada austeridad republicana y el proyecto de permanencia a largo plazo de un gobierno que “por el bien de todos”, verá primero por los pobres. Institucionalización de la pobreza como política de gobierno, no como política pública, sino de gobierno, de la que hablaré en otra ocasión.
Y para iniciados:
Lectores y radioescuchas me preguntaron si, como con los miembros del equipo de transición de Margarita González Saravia, analizaré los perfiles de quienes la gobernadora electa ha presentado como próximos integrantes de su gabinete. Respondí que claro que lo haré, partiendo de que en su mayoría han sido nombramientos bien recibidos por la opinión pública. Pero, como de inmediato me comentaron una historia de terror que involucra a Víctor Sánchez Trujillo, de cuando a través de la entonces secretaría a su cargo se dio apoyo a un presunto narcotraficante, que terminó abatido a balazos en Monterrey, pensé que sería muy bueno investigar a fondo y documentar aquello que hay quienes no quieren que se sepa. En cuanto tenga todos los elementos, publicaré para usted esa otra parte de los perfiles de quienes podrían acompañar a la primera mujer gobernadora de Morelos en el inicio de su gestión.
La información es PODER!!!
