El filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679) describió de manera magistral, en su obra Leviatán, la conducta de los seres humanos cuando se comparan con los demás, sobre todo tratándose de asuntos vinculados con la acción de gobernar. Yo diría, desde mi humilde visión y experiencia, que sus reflexiones tienen estrecha relación con una de las peores bajezas humanas: la envidia. Y aplicado el tema en mi columna de hoy, recordaré algo demasiado arraigado en la cultura morelense: el sentirse más fregón que los paisanos. Diría mi hermano Víctor Manuel: “El morelense es caníbal por naturaleza”.
Chequen ustedes lo explicado por Thomas Hobbes:
Es verdad que algunas criaturas vivas, como las abejas y las hormigas, viven en sociedad (y son por ello enumeradas por Aristóteles entre las criaturas políticas); y, sin embargo, no tienen otra dirección que sus juicios y apetitos concretos, y no poseen la palabra con la que la una pueda significar a la otra qué piensa que podría ser ventajoso para el beneficio común (…) Los hombres están continuamente en competición por el honor y por la dignidad, lo que no sucede entre esas criaturas. En consecuencia, entre los hombres surgen la envidia y el odio y, en fin, la guerra; entre aquéllas, en cambio, no es así.
Entre las abejas y las hormigas el bien común no difiere del privado, y siendo ellas por naturaleza propensas a su bien privado, procuran con éste el beneficio común. Pero el gozo del hombre consiste en compararse con los otros hombres.
Estas criaturas, no teniendo (como el hombre) el uso de la razón, no ven ni creen ver culpa alguna en la administración de sus asuntos comunes, mientras que entre los hombres hay muchísimos que piensan que son más sabios y más capaces de gobernar la cosa pública que los otros; éstos se esfuerzan en reformar y en renovar, algunos de un modo, otros de otro, y llevan a la división y a la guerra civil.
Después de todo lo antes descrito, Hobbes reflexiona respecto a la naturaleza del contrato social y el “estado soberano inmortal”. Etcétera, etcétera.
Quise retomar una minúscula porción del Leviatán porque, al igual que en años y hechos anteriores, una serie de actores políticos morelenses saltó de inmediato sobre la palestra pública tras el artero asesinato de la diputada local Gabriela Marín Sánchez, con dos principales objetivos: sacar raja de un penoso suceso y gritarle al gobernador Cuauhtémoc Blanco Bravo, así como al Fiscal General, Uriel Carmona, y al presidente municipal de Cuernavaca, José Luis Urióstegui: ¡YO SOY MÁS FREGÓN QUE USTEDES! O… ¡SOMOS MÁS FREGONES QUE USTEDES!, en el caso de quienes se parapetaron detrás de un grupo de presión.
Cualquier cantidad de imbéciles ha vertido decenas de aberraciones, aprovechando el lamentable atentado a la legisladora Marín Sánchez. Bien lo escribió Thomas Hobbes hace muchos siglos: “Entre los hombres hay muchísimos que piensan que son más sabios y más capaces de gobernar la cosa pública que los otros”.
Infortunadamente para la sociedad morelense en general, quienes se sienten más chingones que los gobernantes en turno, cuando ascendieron al poder, hicieron el ridículo y jamás fueron superiores a nadie. Resultaron ser unos auténticos fracasados. Sin embargo, la mayoría, que entró con una mano atrás y otra adelante, salieron de sus cargos habiendo consolidado el patrimonio familiar.
Pero no todo ha sido negro. Y en el maremágnum informativo luego del asesinato de Gabriela Marín Sánchez, este jueves escuché una voz sensata, llena de sabiduría y propuesta: la de Meggie Salgado Ponce, empresaria del ramo educativo y gastronómico de Cuernavaca, así como presidenta de la Asociación Civil MI CIUDAD. La dama participó durante una sesión del Consejo Municipal de Seguridad Pública, desarrollada en el antiguo ayuntamiento, donde indicó que los ámbitos de gobierno deben apostarle más a la tecnología en materia de seguridad, que conseguir más cantidad de policías. Meggie Salgado tiene toda la razón del mundo.
La mayor inversión en materia de cámaras de videovigilancia, no solo en Cuernavaca, sino en otros municipios de Morelos, la hizo Graco Ramírez, gobernador en el sexenio 2012-2018. Por lo menos en la capital morelense, nadie más le ha metido lana para extender la actual red de esos aparatos; y gracias a las cámaras existentes (desconozco cuántas funcionan), operadas por el C-5 de la Comisión Estatal de Seguridad Pública, se ha logrado atrapar a infinidad de delincuentes. Fue así como este miércoles se obtuvo gran cantidad de apoyo en vídeo para indagar sobre el artero crimen.
Pero falta hacer mucho más en materia de tecnología destinada a la seguridad pública. Los legisladores federales de Morelos, adscritos al Senado y la Cámara de Diputados, deben gestionar cuanto antes, en los intrincados vericuetos del Poder Ejecutivo Federal, la consecución de más y más dinero, a fin de mejorar la videovigilancia. Y desde luego, otros recursos deben orientarse a la Fiscalía General de Justicia. Es muy importante que los senadores y diputados federales comprendan que dos de las principales columnas de un funcional sistema de seguridad pública son la prevención y disuasión de los delitos, y la persecución de los mismos, así como la procuración de justicia. Son dos áreas que requieren más, más y más tecnología.
Nuestros ínclitos legisladores federales deben dejar de decir “YO SOY MÁS FREGÓN QUE TÚ”. Y mejor háganle caso a Meggie Salgado Ponce.