La consulta de Revocación de Mandato dejó de ser entre un capricho y una estrategia del presidente, Andrés Manuel López Obrador, con el objeto de refrendar públicamente el respaldo popular que ha presumido desde su triunfo en las urnas, para convertirse en una seria preocupación por las probabilidades de que resulte evidenciado un sensible descenso, una fuerte caída, en términos reales, de la aprobación y confianza, por parte de los electores a su gestión.
Al presidente y a su círculo más cercano el panorama les cambió en unos meses. Del contundente éxito que pronosticaban al principio han pasado a la desesperación, porque estadísticamente los números ya no cuadran para el logro de los objetivos que se plantearon al inicio del proceso para llevar a cabo este inédito ejercicio de democracia participativa.
Andrés Manuel ha intentado diferenciarse de sus antecesores en muchos sentidos. Particularmente, pretendía conservar un elevado nivel de aceptación popular durante todo su sexenio, sin caer en los descalabros que sufrieron presidentes como Fox, Calderón o Peña Nieto, quienes para su cuarto año de gobierno registraban un desgaste severo y prácticamente irreversible, cada vez con mayor desaprobación de sus respectivos estilos de gobernar.
Por un lado, un sencillo comparativo de los números sobre las elecciones del 18, el 21 y los que salgan en la consulta, en sí mismos, despierta la primera duda: Si en el 18 tuvieron 31 millones de votos a favor, en el 21, los votos de Morena, que vamos, son los del presidente, rondaron los 16 millones, casi la mitad, ahora ¿cómo cuántos obtendrán? Cualquier cantidad menor a 16 millones, significa, simple y sencillamente, que la pérdida de clientela electoral continúa.
Por otro lado, los análisis y estudios que se han hecho en los últimos dos meses han reflejado una tendencia a la baja en la aceptación de AMLO, poco interés de la sociedad en la Consulta y bajas expectativas de que la sociedad por sí sola salga el 10 de abril a depositar su voto. Ante el inminente fracaso de la consulta, como mecanismo para oxigenar al régimen cuatritransformista, echaron toda la carne al asador y endurecieron el discurso polarizador, tanto contra el INE como contra quien se ponga enfrente.
En concreto, la estrategia ya se centró en dos principales vías: la primera, hacer que los seguidores de AMLO acudan el domingo a votar, no importa si para ello tienen que violar una y otra vez la ley y, la segunda, insistir en el discurso de que la consulta está amañada, no servirá de nada o no tiene caso acudir a votar porque ya se sabe que va a ganar AMLO, entre otros argumentos, para evitar que quienes votaran a favor de que se revoque el mandato del presidente lo hagan. Es mejor para AMLO que no se contabilicen esos votos, así él podrá decir que sus adversarios tuvieron la oportunidad y perdieron.
Como sea, en Palacio Nacional cunde la desesperación por los crecientes riesgos de que la consulta de Revocación de Mandato no sólo fracase como tal, sino además ponga en evidencia la pérdida de respaldo de los electores al gobierno encabezado por AMLO.
Y para iniciados
Muy a la antigüita es como se está haciendo en Morelos la promoción de la Consulta de Revocación de Mandato, como los típicos gobiernos clientelares y autoritarios del priismo hegemónico. Acarrean a las reuniones y a los mítines a empleados públicos y beneficiarios de los programas sociales. Algunos hasta con engaños, pues les dicen que van a ir a cualquier otra cosa y resulta que se encuentran con los representantes de la organización que se puso por nombre “Que siga la democracia”, misma que ha hecho un derroche multimillonario a lo largo y ancho del país a favor del presidente. Y el pueblo se pregunta ¿Y de dónde están sacando tantos dineros?
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