Solemos pasar por calles cuyos nombres no dicen mucho, a menos que se haya estudiado un poco de historia local. Incluso se utilizan ya sólo apellidos, como Leyva y H. Preciado, por ejemplo, y se olvida por qué están en los anales de la historia. Está por comenzar un nuevo periodo legislativo en la entidad y, como ya se nos hizo costumbre, esperamos que al menos no sea tan malo como el que está terminando.
De la primera Legislatura a la quincuagésima quinta, del Congreso del Estado de Morelos, que habrá de inaugurar su primer periodo ordinario en unos días, han pasado muchos años. Fue el 17 de abril de 1869 que se llevaron a cabo las primeras elecciones estatales. Esos primeros siete diputados locales, por igual número de distritos electorales, tomaron posesión de sus encargos el 28 de julio de ese mismo año. Tuvieron la encomienda de formular la primera Constitución, ya bajo los principios que inspiraban la reforma juarista, los ideales de la justicia y las libertades civiles.
Correspondió al mexiquense, Francisco Leyva Arciniegas, general reformista, siendo gobernador de Morelos, promulgar la Constitución aprobada por los siete diputados, en julio de 1870. Una Carta Magna local, acorde a los tiempos de la separación de la Iglesia y el Estado, con vocación democrática y de respeto a la división de poderes. Pero eso no duró mucho. Unos meses después, el 5 de diciembre de 1971, fue reformada para establecer el derecho de “veto” del Poder Ejecutivo y la posibilidad de su reelección, por un siguiente periodo de gobierno, en ese entonces de cuatro años.
Pero después se puso peor. El régimen dictatorial de Porfirio Díaz, disfrazado siempre de democracia y engañando al pueblo, usó a las Legislaturas para convalidar el ejercicio autoritario del poder. En 1888, siendo gobernador Jesús H. Preciado Aguayo, oriundo de Guaymas, Sonora, la Constitución se volvió a reformar, conforme a los dictados porfiristas, quedando vigente hasta la revuelta revolucionaria, periodo en que el orden constitucional convulsionó.
La valiente XXIII Legislatura, que duró menos de un año, en 1913 reformó el texto constitucional para exigir que el gobernador fuera morelense por nacimiento, lo que llevó a la prisión al entonces opositor al régimen de Victoriano Huerta, Benito Tajonar, a los diputados y a los miembros del ayuntamiento de Cuernavaca, por órdenes del gobierno huertista, de Juvencio Robles. Vaya pasajes que tiene la historia de Morelos ¿no cree usted?
Fue hasta el gobierno de Carlos Lavín, en abril de 1930, que se restauró el orden constitucional y con Vicente Estrada Cajigal, el 18 de mayo de ese mismo año, que quedaron instalados los tres poderes locales.
De entonces para acá, hemos visto diputados agachones, convenencieros, patrimonialistas, transas y demás, salvo las muy honrosas excepciones de legisladores como, por ejemplo, los ya fallecidos Isaías Cano Morales, José Luis Correa Villanueva, Rodolfo Becerril Straffon y Cristina Balderas Aragón. Es más, no recuerdo ninguna otra intervención de alto nivel, inteligentes, congruentes, fundamentadas, después de las de Rodolfo Becerril, en el pleno del Congreso.
El arranque de la nueva Legislatura nos dirá mucho de cada uno de los nuevos diputados. Desde ahí veremos de qué están hechos y para qué llegaron a esos cargos.
Y para iniciados
La definición de los plurinominales locales dio la razón, de nueva cuenta, a quienes desde el inicio de la contienda pronosticaban matemáticamente la atomización, en todos sentidos. Los agoreros de la 4T están que trinan. El gobierno preocupado, porque únicamente cuenta con una diputada absolutamente incondicional. El diputado Alonso ya les está moviendo el tapete a todos. Una alianza de siete sería suficiente para volverse un dolor de muelas legislativo. Y el Tribual Electoral local quedó un poco peor que desacreditado. Esto se está poniendo interesante.
¡Que tenga un excelente día!
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