Uno de los factores que influye en el comportamiento electoral, en unas elecciones más y en otras menos, es la ideología. Sin embargo, la falta de información amplia, clara y precisa de que disponen los electores acerca de la ideología que se atribuye a partidos y candidatos deriva, en muchos casos, en una confusión entre los electores, quienes terminan llevándose sorpresas por el proceder de los representantes que eligieron, cuando estos no se ajustan a lo que se esperaba de ellos.
Para comenzar, es preciso que se distinga de la ideología como concepto y cómo categoría para el análisis. En su acepción más básica, la ideología es un conjunto de ideas articuladas que vertebran el pensamiento del individuo y rigen su conducta en sociedad. Pero esa es la concepción más burda y vaga, a la que suele referirse el común de la gente. Profundizar en el estudio de la ideología exige la revisión de los enfoques teóricos utilizados a lo largo de la historia de la teoría social y política. De los idealistas a los materialistas, es decir, desde Platón y Aristóteles, San Agustín de Hipona y Tomás de Aquino, hasta Hegel y Marx y luego los autores más recientes, quienes sin duda tendrán adscripción a alguna de las corrientes mencionadas.
En tanto categoría para el análisis, la ideología debería servirnos para ubicar a los electores, los partidos, los candidatos y los gobernantes en una especie de mapa que diferencia si son de derecha, de izquierda o qué tan al centro se encuentran. Ello podría, incluso, ser útil para prever sus probabilidades de comportamiento, en uno u otro sentido. Todas las personas tienen algún tipo de ideología. Se equivocan quienes por su ignorancia creen que haya gente que no tiene ideología, tanto como se equivocan quienes creen que hay gente que no tiene cultura. Las tienen, solo que son diferentes de lo que ellos conciben como ideología y cultura. Es decir, llegan a la conclusión errónea de que alguien no tiene ideología, porque su ignorancia, o su propia ideología, no les deja ver que ahí están, que pueden ser observables y hasta medibles estadísticamente.
La discusión acerca de si la ideología es solamente un conjunto de ideas que orientan al individuo -como lo sostienen los sistémicos burgueses- o si es un instrumento de dominación, basado en la enajenación del pensamiento individual, que construye una percepción falsa de la realidad -como lo sostiene Marx- es interesante, pero excede el propósito de este breve comentario. Baste por el momento dejar claro que nos referimos a la ideología como categoría de análisis, para identificar las posiciones que se asumen respecto a los asuntos públicos y de gobierno.
En México, pocos son los partidos y sus candidatos que han sostenido públicamente su orientación ideológica, sobre todo por temor a perder la simpatía de quienes no comparten sus mismas posturas. Tanto así que las derechas prefieren definirse como “humanistas” y las izquierdas que hoy reniegan de su origen marxista, optan por asumirse ahora como “progresistas”. Tan quemadas dejaron las etiquetas de izquierda y derecha sus antecesores, que ni ellos mismos quieren asumirse como tales. Como sea, unos y otros han preferido ocultar y hasta traicionar sus ideologías en la búsqueda del poder y de los dineros, pragmatismo que tiene confundido al pueblo votante, sobre qué sí esperar y qué no, de sus representantes. Pero ese ya será tema de otro comentario.
Y para iniciados
Los nuevos gobiernos en diferentes lugares del país pueden también ser de diferentes colores. Pero no importa si son de Morena o de otro partido, si hubo alternancia o si continúa el mismo grupo político en el poder. Tienen un denominador común: se están quejando del desastre financiero que dejaron sus antecesores, de la deuda pública y de la falta de recursos para cumplir con sus obligaciones. Como si no supieran desde antes que vivimos en un país de economías quebradas. Antes de que pase lo mismo con quienes asumirán sus cargos en los gobiernos municipales en enero, deberían poner sus barbas a remojar.
¡Que tenga una excelente mitad de semana!
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