• Debemos evolucionar, no regresar y trepar de nuevo en los árboles.
Por: Alejandro Cárdenas.
Con la infancia ¡no! Es terrible saber que ahora en escuelas de nivel básico ya hay niños adictos porque hasta el interior de las aulas llega la venta de drogas y es por los propios compañeros de clase influenciados por adultos y la consumen como si se tratara de un dulce que promete felicidad.
Hablamos de inocencias perdidas, de la confusión del que vende como el que compra y prueba, de los daños irreversibles en el cerebro y la conciencia de esos menores que apenas comienzan a vivir.
El consumo de drogas en esta etapa vital puede causar daños irreversibles en importantes regiones cerebrales, como el hipocampo, el cual está relacionado con la memoria y el aprendizaje; la corteza prefrontal, involucrada en la toma de decisiones, el razonamiento y el control de los impulsos; y el sistema de recompensa, el cual juega un papel crucial en el desarrollo de la adicción.
Los menores adictos pueden desarrollar trastornos mentales como la depresión, la ansiedad o la esquizofrenia.
Es importante destacar que no todas las drogas actúan de la misma manera en el cerebro. Cada sustancia tiene sus propios efectos y mecanismos de acción, pero todas pueden ser perjudiciales para el cerebro en desarrollo. El consumo de drogas como el alcohol, la marihuana, la cocaína, los opioides y los estimulantes puede tener consecuencias graves en el cerebro de los niños.
Estudios científicos han demostrado que el consumo de drogas en la infancia o adolescencia, puede tener consecuencias a largo plazo en el funcionamiento cerebral. Se ha observado una disminución en el volumen de materia gris que puede afectar el procesamiento de la información y el funcionamiento cognitivo, son evidentes las alteraciones en la conectividad de las redes cerebrales.
En últimas fechas, ha salido a la luz pública el incremento de casos en escuelas de nivel básico donde los alumnos venden drogas a sus compañeros y lo hacen en algunos casos bajo amenazas y presión de los mismos padres o tutores. Pero, no hay que olvidar que la delincuencia organizada y las mafias tienen diferentes razones para intentar involucrar a los menores en el consumo de drogas y volverlos adictos.
Los niños son considerados un objetivo fácil debido a su vulnerabilidad emocional, falta de experiencia y su deseo de pertenecer a un grupo. Los mayores no solo convierten a los menores en “mulas” de drogas, también los miran como clientes a largo plazo. Si logran que un niño o niña se vuelva adicto a una sustancia, se aseguran un flujo constante de ingresos a medida que el infante se convierte en un cliente recurrente y en caso de no tener el dinero para comprar la droga, pueden verse obligados a unirse a la organización para pagar su deuda y esto los convierte en parte de la cadena de distribución, el tráfico de las drogas y en automático, son la garantía en la perdurabilidad del mercado.
En el caso de las niñas, a sus consecuencias hay que sumarles la explotación es sexual. Mediante la adicción, pueden controlar y manipularlas obligándolas a prostituirse para pagar sus deudas de drogas.
Muchos menores suelen vivir en ambientes disfuncionales y desestructurados, con familias que sufren problemas de adicción, abusos o negligencia. Este tipo de contexto afecta su desarrollo social, ya que no aprenden habilidades para relacionarse de forma adecuada con los demás, las y los menores drogadictos sufren daños psicológicos significativos.
En el ámbito cultural, los niños drogadictos enfrentan estigmatización y discriminación. En la escuela disminuye su rendimiento académico y poder ir al fracaso por la deserción escolar. La sociedad suele castigar y culpar a los adictos, sin tener en cuenta que se trata de una enfermedad compleja. Esto limita las oportunidades de rehabilitación y reinserción social de niñas y niños, perpetuando un ciclo de marginalización.
Sumado a esto, no hay que dejar de lado la perspectiva genética. Hay evidencia de que existe una predisposición genética a la adicción. Los hijos de padres adictos tienen más probabilidades de desarrollar una adicción en comparación con aquellos que no tienen antecedentes familiares. Esto muestra la influencia de factores genéticos en la vulnerabilidad de los niños a las drogas.
Finalmente, debe considerarse una redirección multidisciplinaria en la ejecución de políticas públicas, ya que solo se han delimitado a ser represivas y punitivas en lugar de tener enfoques profundos basados en todos los aspectos de la salud, no solo física y mental, sino incluir lo espiritual.
El incremento de la venta de drogas en las escuelas de nivel básico es una trama compleja donde todos debemos participar para erradicar el problema. Los más vulnerables son las y los niños por su falta de experiencia, su criterio no está al nivel de una persona mayor y no deben pagar las negligencias, abusos, ambición y la ignorancia de los adultos.
Debemos evolucionar, no regresar y trepar de nuevo en los árboles. Por eso: con la infancia ¡no!