El presidente municipal de Cuernavaca, José Luis Urióstegui Salgado, responsabilizó al secretario del Ayuntamiento, el abogado Carlos de la Rosa Segura, para ejecutar el reordenamiento del comercio informal -ambulantaje y vendedores semifijos- en las colonias donde la problemática es evidente, por irregular; pero sobre todo le encargó poner orden en el Centro Histórico, cuyo espacio público está en poder de esos comerciantes, en su mayoría vinculados con grupos de presión (verbigracia el NGS y la CTM) y/o el crimen organizado. Esto último no es ningún secreto, pues propios y extraños, incluyendo a inspectores municipales, lo saben. Además de “productos pirata”, hay quienes comercializan otras “porquerías”. Al buen entendedor, pocas palabras.
A estas alturas de su gestión, Urióstegui Salgado ya debió haber recibido más de una exigencia por parte de quienes están al frente de grupos clientelares, a fin de seguir detentando el control de aceras e incluso arroyos vehiculares en las principales calles de las colonias con mayor densidad poblacional y, desde luego, en el corazón citadino. Eso lo podemos apreciar desde temprana hora en las calles Guerrero, Degollado, No Reelección, Avenida Morelos, Matamoros, Galeana, en los alrededores de la Plaza de Armas (actualmente cerrada por la pandemia), en Obregón, etcétera. Si la Plaza de Armas no estuviera cercada por el gobierno estatal, le aseguro que estaría llena de comerciantes informales.
Por todos lados abundan lo que he denominado “zonas de tolerancia” o “zonas de exclusión”, caracterizadas por sostener incentivos perversos con funcionarios municipales corruptos, en su mayoría incrustados en el área de licencias y reglamentos, y gobernación municipal. Según se ve, las redes de extorsionadores le han bajado de volumen; es decir, no se han descarado como normalmente lo hacen, pues las huestes de Carlos de la Rosa Segura andan tras ellos, aunque sabemos que ciertos personajes llevan lustros haciendo lo mismo, sin ser molestados siquiera con el pétalo de una rosa.
Los líderes de comerciantes y sus cómplices aún incrustados en el Ayuntamiento deben tener como principal objetivo minar la capacidad de resistencia y respuesta de José Luis Urióstegui Salgado, y ahora del abogado De la Rosa Segura, hombre de las confianzas del edil, a quien la ciudadanía, sin excepción, debe respaldar, pues su esfuerzo va encaminado a modificar diametralmente la fisonomía de una ciudad que, ante la vista de los turistas nacionales y extranjeros, presenta graves signos de decadencia urbana. Una localidad como la nuestra, caracterizada por la enorme cantidad de negocios dedicados a la prestación de servicios, debe solidarizarse con las estrategias tendientes a regularizar lo que, hasta ahora, gracias a la corrupción, es el prototipo de la anarquía y la suciedad.
En muchísimos lugares de Cuernavaca las actividades económicas se encuentran convertidas en “zocos”, a la manera de los peores sectores de Calcuta, cuya principal característica es la ilegalidad e inclusive la comisión de delitos penales. Cualquiera sabe que en muchos de esos “zocos” se venden drogas y objetos robados, bajo el manto protector de agentes policíacos e inspectores municipales.
Detrás de los grupos de presión se mueven muchos millones de pesos. Y ansioso espero el momento en que las autoridades del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) ordenen el retiro de las mallas en la explanada principal del Palacio de Cortés, dando por declarada la reapertura del inmueble dañado por el terremoto de 2017, para ver el regreso de quienes volverán a convertir el área en un “zoco” más de Cuernavaca, como estaba antes, liderados por quienes han sabido mantener lucrativas relaciones con los gobiernos municipales en turno.
¿Qué es un zoco? En los países árabes generalmente son espacios situados en el centro de las ciudades, y alrededor de ellos giran muchas otras actividades. Son lugares muy concurridos para cualquier tipo de compraventa de artículos variados, aunque, como ya lo indiqué líneas atrás, también surgen actividades secundarias, muy lucrativas, y servicios para quienes los visitan. Hay zocos, como los de Turquía, caracterizados por la anarquía y la delincuencia. Hay sus honrosas excepciones, verbigracia ciertas zonas marroquíes, donde las autoridades locales han evitado el caos y el anidamiento de grupos criminales.
Desconozco lo que en esencia esté llevando a cabo Carlos de la Rosa Segura, pero, siempre y cuando no se convierta en cómplice de los actuales poseedores del espacio público, deberá ser apoyado, simple y sencillamente porque hace muchos lustros perdimos el centro histórico citadino, del cual sus propios moradores (seguro estoy de ello) no deben sentirse orgullosos. No lo consideran un “patrimonio histórico”. De patrimonio no tiene nada. No hay nada de lo cual podamos presumir ante entidades como Querétaro, Guanajuato y San Luis Potosí, cuyos centros históricos fueron declarados Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco. Asimismo, la comuna cuernavacense deberá enfrentar a comerciantes semifijos que, al haber adquirido derechos pagando impuestos municipales, están amparados para no ser removidos; y buscar otros puntos de Cuernavaca donde reubicar a quienes sí pudiera retirar.
Hoy, hacia donde dirijamos la vista, vemos calles convertidas en zonas de tolerancia y/o de exclusión, debido a la corrupción que las dejó crecer en administraciones municipales anteriores. El espacio público es el lugar donde cualquier persona tiene el derecho de circular, en oposición a los espacios privados, donde el paso puede ser restringido generalmente por criterios de propiedad privada, reserva gubernamental u otros. Por tanto, espacio público es aquel espacio de propiedad pública, dominio y uso público, pero los cuernavacenses fuimos despojados de él hace mucho tiempo.