La Fundación Instituto Internacional de la Lengua Española expone en su sitio Web la interpretación y aplicaciones del término “Conspiranoia”, concepto acuñado a partir de la vertebración entre conspiración y paranoia, del que se deriva ahora el adjetivo, poco conocido, pero cada vez más utilizado, de “conspiranoico”.
En un principio su uso fue humorístico y despectivo para referirse “a la tendencia a interpretar determinados acontecimientos como fruto de una conspiración”, en particular por quienes se obsesionan con teorías conspirativas de escasos o nulos fundamentos, como la de, por ejemplo, que los gatos son espías extraterrestres que nos están vigilando desde tiempos remotos. En nuestros días eso ha cambiado para denominar, por su precisión y expresividad, a quienes suponen o defienden teorías disparatadas, alejadas de la realidad, pero que en verdad las creen.
Conspiranoia y conspiranoico no son solamente expresiones aceptadas, sino útiles. En México tenemos un muy claro ejemplo, el propio presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, quien en reiteradas ocasiones ha manifestado su creencia, basada en lo que él denomina “su instinto certero”, de que existe una confabulación internacional entre los medios de comunicación y la oligarquía, con el objeto de desprestigiar a su gobierno, en lo particular, y a las izquierdas del mundo, en lo general.
Pero eso no es nuevo. ¿Se acuerda usted del famoso “compló” en su contra que trajo en su discurso por años? ¿De echar la culpa por la falta de medicamentos en los hospitales a las farmacéuticas? ¿De ver en las protestas de los padres de los niños con cáncer a grupos de conservadores que estaban intentando un golpe de Estado? ¿De su acusación de estar al servicio de los corruptos contra todo aquel que se atreva a escribir o expresar opiniones que no sean como las suyas?
Pues, qué le digo, Cuauhtémoc Blanco Bravo, el gobernador de Morelos, ayer nos dio una extensa muestra de la conspiranoia que pudiera estar padeciendo. Mencionó varios nombres, entre ellos, los de quienes están en posibilidades de ser su relevo en la silla de la gubernatura, el próximo año. Según dijo, le han dicho sobre reuniones donde se fraguan conspiraciones para desacreditar a su gobierno. Afirmó que investigará y dará a conocer videos y grabaciones de los asistentes. Y se asumió, tácitamente, como víctima política, quesque por su buen desempeño, al frente de la administración estatal.
Tampoco es la primera vez que lo hace, sólo que en esta ocasión fue bastante excesivo y explícito. Quizá podamos aventurar una hipótesis al respecto. ¿No será que una vez que sus intenciones de obtener una candidatura más a un puesto de elección popular se han venido cayendo, sumado a los pésimos resultados de su gobierno, reflejados en las estadísticas y los estudios que usted me diga, y que se ha dado cuenta de que el proceso sucesorio local y el control de Morena están, cada vez, más fuera de su alcance, ha caído en una desesperación tal que busca culpar a todos, en contubernio, de lo que él no ha podido resolver ni lograr?
Si lo hace por seguir el ejemplo de Andrés Manuel, no llega más que a una mala copia. Si lo hizo por sí mismo, peor, porque entonces estaríamos ya no sólo en presencia de un mal gobernante, incompetente en muchos sentidos, sino, además, de una persona conspiranoica.
Y para iniciados
El efecto Marcelo sigue dando de qué hablar. Ha puesto el ejemplo y los demás lo están siguiendo. Quizá no pueda ser tan efectivo y trascendente, y pudiera venir a menos en los próximos días, porque las corcholatas presidenciales están muy limitadas por las reglas de la convocatoria de su partido político, así como por las normas electorales. Tendrá que ser mucho más creativo para conservar los reflectores, pues insistir en agradar al presidente haciendo apología de su hijo, “Andy”, no va a durarle mucho.
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