“NUESTRA” PALOMA DE LA PAZ

Por Irradia Noticias

En homenaje y recuerdo al Maestro Víctor Manuel Contreras Vázquez. Descanse en paz.

El lamentable deceso del maestro artista Víctor Manuel Contreras Vázquez no solo nos conmovió, nos dolió y al mismo tiempo, nos hizo ver en un instante su trascendencia.

Su obra queda para la posteridad; sabemos que es apreciada, las obras monumentales ahí están y seguramente las demás piezas encontrará exposición permanente en su querida Cuernavaca.

Desde muy pequeño, durante la adolescencia, en nuestra juventud y ahora en la madurez, nos identificamos con La Paloma de la Paz, escultura que da la bienvenida a la “Ciudad de la Eterna Primavera”; los viajes constantes por la cercanía al entonces Distrito Federal, tanto con motivos laborales de nuestro padre y/o turísticos, nos permitía reencontrarnos con esta obra que impacta e invita a observar su fino trazo.

Sabíamos precisamente que mi padre por su trabajo periodístico y en ese entonces al frente de la Dirección de Divulgación Presidencial en tiempos de José López Portillo, había estado y fue testigo de cómo se definió que esa monumental obra quedara en esa emblemática glorieta.

En 2002 tomamos la decisión de migrar a la ciudad que nos conquistó desde niños; la oportunidad laboral paradójicamente nos llevó a colocar nuestra oficina en una calle ubicada entre La Paloma de la Paz y la estatua ecuestre del Caudillo del Sur Emiliano Zapata Salazar. Diariamente, varias veces durante las 24 horas, rodeaba la dorada pieza creada por el Maestro Contreras.

En nuestro andar por Morelos, tuvimos múltiples reencuentros y generamos amistades; Alexis Pola Barradasi (QEPD) nos ubicó, de inmediato los recuerdos y el vínculo profesional con la familia nos unió hasta que también se adelantara en el camino. Avecindado varios años antes en Morelos me invitó a formar parte de sus programas televisivos; el reto era realizar entrevistas a mujeres y hombres de la cultura.

Mi sorpresa fue grande cuando en una de esas ocasiones Alexis me informó que el siguiente invitado sería el Maestro Víctor Manuel Contreras, creador de La Paloma de la Paz. La charla, más que entrevista, la realizamos en la glorieta. Autor, obra y admirador iniciamos una amistad que no culmina con su desaparición física. Desde ese día, le solicité la oportunidad de adquirir una réplica de la obra; me contestó: yo te diré cuando porque no a cualquiera le vendo mi trabajo.

Muchos años pasaron… logramos el reencuentro con mi padre, don Teodoro Rentería Arróyave, en varias ocasiones; fueron comidas llenas de anécdotas e intercambio de obras editoriales. En este andar volví a toparme con Gabriel Padilla Maya, amigo de las juventudes, y juntos compartimos la amistad del Maestro; apenas nos volvimos a abrazar hace unas semanas compartiendo con el gran Víctor Contreras, entre risas, historias y hasta “albures” pero de los finos, de los que hacen pensar.

Víctor Contreras le abrió igualmente su corazón a mi compañera de vida, Yenni S. Cañedo. Su saludo, cuántas veces nos encontrábamos: “Hazte para allá”… me decía.  “¡Ay! Pero si cada día estás más bella y bonita… ¿Cómo lo aguantas?… le expresaba a ella. Así muchas veces entre risas tuvimos muchas reuniones.

Le regaló su agradable coquetería a mis hijas María José y María Fernanda. A ambas las abrazó y les hizo notar con su dominio del lenguaje, entre la broma y a seriedad, la belleza de la vida y del futuro prometedor que tienen de acuerdo a la preparación profesional que decidieron… la mayor hacia la Comunicación y las Relaciones Públicas, la menor precisamente en las Artes Plásticas.

Una tarde, nos sentamos en la terraza del conocido espacio de La Universal en el Centro de la ciudad; no acostumbramos ocupar en la soledad una mesa de restaurante, sin embargo ese día teníamos que hacer tiempo para ingresar a Palacio de Gobierno. Fue grata la sorpresa de ver pasar al Maestro caminando sobre la banqueta, a quien le saludamos; don Víctor se “invitó” a la mesa -muy de su estilo- y por más de una hora disfrutamos de una agradable plática acompañados de un par de cervezas. 

Al despedirnos surgió la invitación: te espero junto con Yenni a comer en la casa. Ese día llegó, su anfitrionía, su estilo, la agradables viandas, el buen vino, la charla se transformó en agradable velada en donde nos regaló varias declamaciones y entonó arias así como una que otra napolitana. 

La hora de despedirse llegó. En ese momento hizo un gesto a quien nos atendió y nos solicitó ponernos de pie. La sorpresa fue absoluta: “Cómo te lo dije no a cualquiera le vendo mi obra, mucho menos la regalo… aquí enfrente de tu mujer como testigo, en reconocimiento a tu labor en esta tierra que tanto amo, recibe esta pieza que sé apreciarás”.

No desperdiciamos el momento; aunque la gratitud y la emoción estaban presentes, le solicité al Maestro me permitiera grabar el explicativo de la obra, conservamos su voz. 

En casa se exhibe en lugar especial ahora si… nuestra Paloma de la Paz.

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