En la presente semana me aparté de los temas políticos para abordar la problemática enfrentada por miles de jóvenes (algunos casi niños) frente a los mecanismos utilizados por el crimen organizado para reclutarlos y arrojarlos a las calles a cometer delitos de alto impacto, como son el homicidio doloso, el secuestro, la extorsión, el robo de vehículos, el robo a casa-habitación y los asaltos a mano armada, entre otros. Este último ha cundido durante las recientes semanas en Cuernavaca, donde ayer hubo dos asaltos a cuentahabientes al salir de sucursales bancarias tras retirar importantes sumas de dinero. En ambos casos no hubo detenidos.
Hoy volveré a retomar textos de la investigación titulada “El crimen como oficio: una interpretación del aprendizaje del delito en Colombia”, que nos ayudará a comprender todavía más las causas por las cuales miles de jóvenes mexicanos engrosaron las filas del crimen organizado.
Sus autores son Isaac de León Beltrán y Eduardo Salcedo Albarán, miembros de la Fundación Método, un grupo multidisciplinario de investigación en ciencias sociales que ha asesorado al gobierno de dicho país en la lucha contra las drogas y la delincuencia organizada.
Aunque ya pasaron casi tres lustros desde su compilación, la información sigue vigente y aplica, por donde se le observe, a los vaivenes en la seguridad pública a nivel nacional, acentuándose sobre diversas regiones afectadas por el flagelo de la delincuencia organizada en todas sus vertientes, como es Morelos.
El trabajo supone que el delito puede ser entendido como una actividad que exige cierta comprobación o experiencia. El crimen requiere preparación, lo cual va en contra de la creencia de que cualquier persona, en cualquier momento de su vida, puede delinquir aun cuando no posea las actitudes o la preparación necesaria para hacerlo.
Abarca la necesidad de poseer un componente cognitivo, un componente volitivo (impulso de voluntad) y un componente de control emotivo para delinquir.
Ejecutar un crimen no es algo que depende únicamente de decisiones impulsivas, sino también de los componentes mencionados, aprendidos durante un proceso de formación.
¿Saben ustedes cuál es el promedio de edad al momento en que un sujeto empieza a ser capacitado por criminales organizados? Entre 16 y 17 años, lo que tiene estrecha relación con las decenas de adolescentes (algunos eran casi niños) y jóvenes cuyas edades oscilaban entre los 17 y 21 años, ejecutados en Morelos.
La comisión de un delito requiere la conjunción de tres factores: 1) el componente volitivo, es decir, querer delinquir; 2) el componente cognitivo, que se refiere a los conocimientos técnicos que prescriben el procedimiento necesario para la ejecución exitosa del delito; y 3) el componente de control emotivo, es decir, la capacidad para regular las emociones en momentos álgidos de la ejecución del delito. La conjunción de los tres aumenta la probabilidad de un crimen exitoso.
Por lo tanto, un mal delincuente carece de alguno de dichos componentes, o posee uno en proporción inadecuada.
Lo anterior significa que solo aquellos criminales especializados que logran adquirir amplio conocimiento, por ejemplo respecto a los procedimientos de robo, están cognitivamente capacitados para desempeñar papeles importantes dentro de una banda que intenta acciones de esta clase. En concreto: los grandes capos, algún día, fueron adolescentes.
La formación de un delincuente se torna cada día más sofisticada, ante lo cual se especula en el sentido de que miembros o ex integrantes de corporaciones públicas de seguridad sean quienes se han hecho cargo de esa capacitación, ya que ellos recibieron en academias los conocimientos para satisfacer los tres requisitos ya señalados.
Asimismo, existe el escalafón. Un jovencito pudiera ser comisionado para efectuar actividades de halcón (espías), mientras otros son empleados con gran frecuencia en el robo de casas-habitación. Y así sucesivamente, hasta convertirse en vendedores de drogas en determinadas zonas, tener a su cargo territorios para el cobro de piso (extorsiones) y alcanzar el nivel de sicario. Esta palabra tiene su origen en Roma y procede de la palabra “sica”, que era una daga pequeña fácil de esconder. Esa arma se utilizaba para apuñalar a los enemigos públicos, por lo que sicario significaría “hombre daga”. La paga semanal no es nada despreciable, pero el promedio de vida de un sicario es de dos años, máximo.