Formalmente, el proceso electoral para renovar el asiento presidencial en México comenzará en septiembre de 2023. Sin embargo, la lucha por hacerse de la candidatura de Morena ya nadie la para. Algo muy similar sucederá en los 9 estados que renovarán gubernaturas, las 128 curules para senadores, los 500 diputados federales, los 27 congresos locales, 1,580 presidencias municipales, las 16 alcaldías y 24 juntas municipales, que estarán en juego.
Una vez que la correlación de fuerzas en Morena, las cercanías y lejanías con Palacio Nacional (entiéndase con eso, el visto bueno que representa el apoyo presidencial) están siendo esclarecidas por Mario Delgado, para quienes tengan ojos y oídos, y así vean y escuchen, lean entre líneas y se alineen, la batalla será por ganar las preferencias de los posibles electores en las encuestas prometidas para la selección de candidatos.
Si bien es cierto que existen serias dudas sobre si no habrá mano negra en las encuestas y se acatarán los resultados y hasta sobre si de verdad se llevarán a cabo, en virtud de que las decisiones finales las tiene el líder moral y real de Morena, o sea, Andrés Manuel, también debe tomarse en cuenta que López Obrador es un político pragmático que, como siempre lo ha hecho, desde que entendió la utilidad de las estadísticas, cuando fue presidente nacional del PRD, de 1996 a 1999, valorará el margen de maniobra que tendrá para no poner en riesgo la estabilidad y continuidad del proyecto que ha denominado como la cuarta transformación.
Los puntos neurálgicos de la estrategia presidencial, a través del nuevo partido de Estado, Morena, son, por supuesto, la presidencia de la República, a la que apostarán todas las canicas, pero también el Congreso de la Unión, pues ganar la presidencia perdiendo, a la vez, la mayoría de los senadores o de diputados, conllevaría el riesgo de que no solamente no pasen las iniciativas que se presenten, sino de que hasta se echen para atrás las que fueron aprobadas durante el presente sexenio. Y ese es un riesgo que no está dispuesto a correr.
Podría hasta negociarse con la oposición, pero siempre con los números de las encuestas en la mano, a fin de salvaguardar el proyecto mayor, mismo que incluye la protección de la figura presidencial actual, por lo menos para el siguiente sexenio. Eso hace imperativo, aunque no en todos los casos, pero sí en la mayoría, que vayan a ser consideradas las encuestas para la selección de las candidaturas estratégicas.
Entonces, no necesariamente tendría que cumplir con los acuerdos para otorgar candidaturas, pues él mismo ha dicho, protegiéndose de antemano, que irán de candidatas y candidatos quienes salgan mejor posicionados en las encuestas. A diferencia de la pasada elección, la del 2021, quienes crean que obtendrán una candidatura simplemente porque ya tienen un acuerdo hoy en día, llegado el proceso electoral podrían no obtenerla, si se duermen en sus laureles.
Y para iniciados
La propuesta de Andrés Manuel López Obrador para lograr la paz mundial, al menos para los próximos cinco años, puede resultar todo un boomerang. Ya tuvo respuesta de Ucrania en un sentido negativo. El presidente Alemán, de visita ayer en México, conminó a cerrar filas contra Rusia y no hay ningún especialista en relaciones internacionales que no se dé cuenta de que a la larga no solucionaría el conflicto, sino daría oportunidad para que los rusos se rearmen y expandan su ofensiva a más naciones del planeta.
Puede que las grandes potencias cierren filas respecto a la propuesta de López Obrador, pero en su contra. Y la única salida que tendrá para no quedar tan mal, será acusarlos en la mañanera de que no están a favor de la paz. Pero la realidad es que la propuesta no tiene fundamentos sólidos. Es una más de sus ocurrencias para ganar popularidad, sólo que ahora a nivel internacional.
Sería mejor que logre la pacificación de México en lugar de estar buscando la paz mundial, cual favorita para ganar un concurso internacional de belleza.
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