El pasado fin de semana me chuté el documental, dividido en cinco capítulos dentro de la plataforma Netflix, titulado “El Caso Cassez-Vallarta: una Novela Criminal”, dirigido por el cineasta Gerardo Naranjo con base en el libro “Una Novela Criminal” (Editorial Alfaguara, 2018), del literato mexicano Jorge Volpi. Mis respetos para su trabajo que, la mera verdad, terminó por provocarme náuseas frente al sistema político y de justicia mexicano, sí, el mismo que hasta nuestros días continúa infestado de corrupción.
El documental deja a México muy mal parado frente a países del extranjero, verbigracia Francia, con el que México tiene importantes relaciones comerciales. Y es que la ciudadana francesa Florence Cassez se proyecta como la figura central. La fémina fue liberada en enero de 2013, a pesar de haber sido señalada por algunas víctimas de Israel Vallarta, presunto jefe de una banda de secuestradores. Ello se debió, según percibimos en el documental, a la persistente lucha de los familiares de Florence y al trabajo desplegado por sus abogados y ciertos cabilderos del país galo, incluido el entonces presidente Nicolás Sarkozy.
Fue hasta 2013, una vez terminado el “Calderonato”, cuando intervino la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), argumentando violaciones a los derechos humanos de Florence Cassez y al debido proceso. Gracias a eso, fue amparada, salió de la cárcel y retornó a Francia. Pero quien era su pareja, Israel Vallarta, no corrió igual suerte. Se le mantiene en prisión y no ha sido beneficiario de ninguna acción oficial para liberarlo, aunque su caso ya ha sido abordado en las conferencias de prensa mañaneras de López Obrador.
El documental nos muestra, de manera inicial, el famoso montaje difundido por Televisa y TV Azteca la mañana del 9 de diciembre de 2005. Ambas televisoras engañaron a los mexicanos con una transmisión supuestamente “en vivo” desde el rancho “Las Chinitas”, situado al sur de la Ciudad de México sobre la carretera federal a Cuernavaca. De manera estridente vimos la captura de “una banda de secuestradores” por elementos de la extinta Agencia Federal de Investigación (AFI), quienes liberaron a tres víctimas. El susodicho operativo culminó con la detención del mexicano Israel Vallarta y su novia, la francesa Florence Cassez. A ambos se les adjudicó el liderazgo de la banda criminal denominada “Los Zodiaco”. Así inició la trama fundamental de todo el trabajo cinematográfico que usted puede ver a través de Netflix.
Interviene cualquier cantidad de personajes, algunos de ellos situados en el bajo mundo de la política mexicana, pero además en la comunidad judía de Ciudad de México y en lo peorcito de los grupos criminales. Destaca Genaro García Luna, a la sazón jefazo de la AFI y posteriormente titular de la Secretaría de Seguridad Pública durante el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, de quien fue prácticamente un “ministro del Interior” (así lo llama Nicolás Sarkozy en el documental).
Prefiero no opinar más con relación al trabajo del cineasta Gerardo Naranjo y a la obra de Jorge Volpi. Es preferible que usted vea los cinco capítulos y saque sus propias conclusiones. Independientemente de la flagrante violación a la presunción de inocencia y el quebranto de derechos humanos, cosa que aún no termina en nuestro país, el espectador queda insatisfecho ante el inhumano trato concedido a las miles y miles de víctimas de secuestro, torturas y desapariciones forzadas, así como a millones de presos en las cárceles mexicanas que llegan a pudrirse ahí sin nunca recibir sentencia.
Como morelense, el documental me trasladó a lo que experimentamos aquí durante el sexenio 2006-2012, que ya traía antecedentes desde el periodo presidencial de Vicente Fox y Sergio Estrada Cajigal (2000-2006), ambos emergidos del Partido Acción Nacional. De 2006 a 2012 el presidente de la República fue el también panista Felipe Calderón Hinojosa y Marco Antonio Adame Castillo, otro político del partido blanquiazul, el gobernador de Morelos.
Aquel periodo se caracterizó por el predominio de grupos criminales por encima de las autoridades federales y estatales. En el documental se menciona a Edgar Valdez Villarreal, alias “La Barbie”, quien durante tiempo indeterminado fue uno de los principales lugartenientes de Arturo Beltrán Leyva, alias “El Barbas”, abatido el 16 de diciembre de 2009, gracias a una delación del propio Valdez Villarreal, en uno de los edificios del condominio Altitude de la colonia Lomas de la Selva, en Cuernavaca. El entonces jefe del Cártel Beltrán Leyva llevaba viviendo ahí más de cuatro años, siendo conocido por los vecinos como “don Darío”. Era visitado, sobre todo, por jefes policíacos y militares.
De 2006 a 2012 fueron comunes las ejecuciones de grupos rivales en Morelos, antagónicos al clan Beltrán Leyva. Era secreto a voces que los principales jefes del cártel tuvieron vida de reyes y protección en la capital morelense, gracias a la venia de los más encumbrados funcionarios y políticos locales.
La Secretaría de Seguridad Pública (hoy Comisión Estatal de Seguridad), cuyo titular era Luis Ángel Cabeza de Vaca Rodríguez, estaba al servicio de aquellos grupos. Este personaje fue encarcelado el 15 de mayo de 2009 y liberado el 8 de marzo de 2016, bajo acusaciones de haber encubierto actividades del Cártel Beltrán Leyva a cambio de que eliminara a secuestradores, extorsionadores, violadores, asaltantes, etcétera. Es decir: mantener limpia y tranquila la plaza. Esto en un principio era una leyenda, pero luego trascendió que el pacto sí existió. “Tú me garantizas que no habrá delitos (de los denominados de alto impacto) y yo, la autoridad, te doy protección”. Etcétera, etcétera.
El escenario, insisto, fue el sexenio del “Calderonato”. Ustedes verán a “La Barbie” en el documental sobre Florence Cassez e Israel Vallarta, dando muerte a sicarios de “Los Zetas”. Aquello desencadenó una serie de hechos cuyo principal actor fue Genaro García Luna, hoy recluido en una prisión de Estados Unidos. Fue un periodo de terror. Tan solo al recordar lo sucedido el 16 de diciembre de 2009 en las torres Altitude de Cuernavaca, se le eriza a uno la piel.