En las reuniones políticas de cierto nivel, esas en las que acuerdan, dan indicaciones, deciden, dialogan o pelean tiene ya tiempo que se estila recoger los teléfonos móviles de los asistentes. Es común entre los políticos desconfiar unos de otros, temen que la información de primera mano pueda ser ya bien distorsionada, mal entendida o, de plano, usada con fines perversos, entre ellos mismos.
En cierta forma, les asiste la razón. Mantener el control de la información que trasciende, entre sus propios adversarios, o sale en los medios de comunicación y las redes sociales es importante. Pero solamente puede tener un buen resultado si se cuenta con una estrategia de comunicación bien diseñada, operativa y capaz de no dejar vacíos informativos que generen suspicacias, tanto al interior como al exterior de las organizaciones.
En estos tiempos de la era de la información y el uso de nuevas tecnologías, un ejemplo muy claro es el del gobernante, representante popular o dirigente político que bien pudo haber estado trabajando, incluso arduamente, pero cuya agenda y resultados de su labor no son transmitidos de manera clara y oportuna, mientras al mismo tiempo imágenes, vídeos o rumores se encargan de alentar los cuestionamientos sobre ¿a qué dedica su tiempo?
Si lo que circula, cierto o no, es que anda en restaurantes, partidos de fútbol y viajes de cuestionable institucionalidad, aderezados con una que otra filtración audiovisual, ese personaje está más que vulnerable. Lo menos que van a decir de él es que se ausenta de sus responsabilidades. Y eso pensando que sean rumores, ya ni piense cuando sea real que desatiende las funciones que por ley debe cumplir.
Otro de los casos comunes sucede cuando se exponen los resultados de las reuniones sin explicar el proceso, como el caso de este fin de semana en la elección de la nueva dirigencia de Morena en Morelos. Al menos hay tres versiones diferentes sobre cómo fue que terminaron votando sólo 49 de los 50 consejeros estatales, 25 contra 24. ¿Y el otro voto?
Como no hay una estrategia de comunicación definida ni un equipo profesional responsable de la comunicación institucional de Morena, en estos días, cada uno, cuenta su versión y hace sus suposiciones, que van permeando al estilo del teléfono descompuesto. El partido del presidente López Obrador atraviesa una crisis interna, percibida por propios y extraños. Quien lo niegue solamente intenta tapar el sol con un dedo y a eso no se le puede llamar “estrategia de comunicación política”.
Con el pie izquierdo y metiendo autogol comenzaron los morenistas su batalla interna hacia el 2024.
Y para iniciados
Lo que podríamos llamar “daños políticos colaterales” no se ha puesto todavía en la mesa de discusión a partir del proceso de renovación de la dirigencia de Morena. Con mucho ruido y pocas nueces las aspiraciones de algunas y algunos para el 2024 se desmoronan. Las fuerzas se concentran en dos bandos, por lo que quienes caminaron por la libre buscando hacer realidad sus aspiraciones, se toparán con que enfrentaron a quienes hoy son superiores en eso que llamamos “correlación de fuerzas”. Diga usted los nombres, de ellas y ellos. Al interior, ya son políticamente marginales, sólo la bendición del señor de Palacio Nacional podría salvarlos.
La información es PODER!!!
