ALCALDES EVALUADOS

Por Irradia Noticias

Noten ustedes que el título de la presente columna es “ALCALDES EVALUADOS”, no “ALCALDES DEVALUADOS”. Este entrego periodístico se relaciona con la más reciente encuesta de Consulta Mitofsky aplicada a los presidentes municipales mejor y peor evaluados, dentro de un grupo de 150, entre quienes la firma de Roy Campos incluyó a varios morelenses. La investigación se llevó a cabo durante el presente mes de agosto.

¿A quiénes de Morelos midió Mitofsky? Van sus nombres: Juan Ángel Flores Bustamante (Morena), de Jojutla, quien se situó en el segundo lugar a nivel nacional; Agustín Alonso Mendoza (Morena), de Yautepec, ubicado en la posición 109; después le siguió José Luis Urióstegui Salgado, presidente municipal (panista) de Cuernavaca, quien ocupa el nada envidiable lugar 134. Otro edil de Morena, Rafael Reyes, de Jiutepec, ocupó el 141, y finalmente Rodrigo Luis Arredondo López, de Cuautla y emergido también de Morena, en el espacio 145. Los dos últimos están por los suelos.

Desde luego, los resultados agradaron sobremanera a los simpatizantes de Juan Ángel Flores Bustamante quien, por obvias razones y debido a su imagen positiva, ya está en la lista de los principales prospectos a la candidatura de Morena a la gubernatura. No es casual entonces que el alcalde de la sureña localidad comience a despuntar en sondeos tendientes a medir la rentabilidad electoral de ciertos personajes en el “Hándicap Morelos 2024”. Y de igual forma, los datos de la empresa cuyo principal mandamás es Roy Campos impactaron de manera negativa sobre mujeres, hombres y jóvenes que tienen encendidas sus veladoras frente a los santos de su devoción que, para el caso de nuestro tema de hoy, figuran como “alcaldes devaluados”.

Para los residentes en Cuernavaca nos llamó poderosamente la atención la imagen pública del alcalde blanquiazul José Luis Urióstegui Salgado, otro aspirante a la gubernatura quizás bajo las siglas del partido que a nivel nacional comanda Marko Cortés. 

Varias veces buscó presidir el Ayuntamiento de nuestra capital, pero algo grave debe estar sucediendo en su entorno, al grado de presentar ya tan negativa imagen, inherente, según mi modesta opinión, al diseño de la comunicación política por parte de quienes se dicen responsables del área, pero que resultaron un auténtico fracaso. 

Urióstegui Salgado es un buen hombre, pero sus colaboradores en Comunicación Social no le ayudan. No sirven como constructores de puentes entre el presidente municipal y los medios de comunicación. Sin embargo, lo anterior pudiera ser el reflejo de la actitud de desprecio asumida por Urióstegui en lo oscurito, a quien sus fieles cancerberos imitan de manera grotesca en público. Si JLUS dice “que fulano y zutano chinguen a su madre”, los serviles de su entorno lo secundan de inmediato: “¡Sí, sí, que chinguen a su madre!”. Por eso actúan de manera por demás prepotente, cerrando cualquier canal de comunicación. No son cabilderos políticos, sino boletineros. Emiten boletines hasta de las veces que Urióstegui va al sanitario.

Me resulta inconcebible que JLUS esté padeciendo tal desgaste a escasos siete meses y medio de iniciado su trienio. ¡Y eso que hay obra pública en la ciudad! ¡Hay resultados! Es obvio que desde el Ayuntamiento ejerce cierto poder, entendiéndolo como una actividad que, tal vez desde siempre, ha fascinado a los humanos. Quizás el poder lo obnubiló al grado de la fascinación. Y por eso se anda extraviando. No lo debemos descartar.

El otrora prestigiado abogado buscó ser alcalde de Cuernavaca tres veces, con el objetivo de llevar a cabo, según él, acciones significativas. Sin embargo, desde la perspectiva de casos específicos, verbigracia el de este personaje, el uso del poder también está atado a fracasos, excesos y rupturas. Así, se le ubica ahora en el centro de los movimientos fundamentales de una sociedad: orden y desorden, construcción y destrucción, convergencia y divergencia. Se metió de lleno a la política y deberá pagar facturas.

El tener poder, para poder tener, genera el más gozoso de los placeres, el del poder. Pone sordina a la crítica, cultiva el halago y sublimiza el pedestal encumbrado del hombre político. No se descarta, pues, que el alcalde cuernavacense padezca el “mal de altura”, es decir, un síndrome ligado a la megalomanía del hombre en el poder.

Espero equivocarme, pero, por conocer a Urióstegui Salgado desde hace décadas, hoy proyecta las degradaciones míticas del mesianismo; de la más pura exaltación propagandística de un hombre, de un partido y de un sistema. Infortunadamente para el edil, los vientos de semejante artificio, por muy real que parezca, han traído el descrédito del oficio político. De ese oficio que Jean le Rond D’Alembert, matemático, filósofo y enciclopedista francés, llamó “el arte de engañar a los hombres”; y que Kant definió como “la habilidad para adaptarse a todas las circunstancias”.

Para el escritor norteamericano Mark Twain los políticos “son la única clase delictiva por naturaleza”. Con fundamento en esta acusación, los críticos de hoy concluyen que la falta de diferencias ideológicas fertiliza el campo de la delincuencia. No perdamos de vista al multicitado presidente municipal. En otra ocasión me ocuparé de los demás citados por Mitofsky.

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