A principios de julio de 2018, luego de su triunfo como candidato de la Coalición Juntos Haremos Historia (Morena-PT-PES), reflexioné aquí sobre el escenario que le esperaba a Andrés Manuel López Obrador allende la frontera del 1 de diciembre, cuando se convertiría en titular del Poder Ejecutivo federal.
Allá y entonces hice la siguiente pregunta:
“¿Qué escenario le esperará al macuspano y cuáles serán sus principales vulnerabilidades?”.
Respondí que este hombre, considerado por muchos como “todólogo” o “todopoderoso” y quien tres veces buscó llegar al cargo de presidente de la República, estaría obligado a mantener firmes las riendas de la administración pública federal, a fin de que todas las actividades económicas permaneciesen inalterables, generando mayor riqueza.
Asimismo, esa conducción coadyuvaría a que la marcha en los tres órdenes de gobierno (federal, estatal y municipal) conservara su ritmo normal. Noten ustedes que incluí al gobierno federal y sus respectivas representaciones en nuestra entidad, simple y sencillamente porque los emisarios de la federación, quiérase o no aceptar, deben abordar su agenda temática con el gobernador en turno, independientemente de lo que hagan al respecto con sus superiores a nivel central.
Para nadie ha pasado inadvertido el escenario heredado por AMLO. Entre varias asignaturas pendientes se topó con un sistema de seguridad pública decadente y otras vulnerabilidades, entre las cuales destacaban el descontrol de la violencia, dejado al garete por la administración anterior (Felipe Calderón Hinojosa); la complicidad de autoridades federales, estatales y municipales con el crimen organizado; el repunte delictivo; la cultura de la ilegalidad; la erosión de la figura gubernamental; la inequitativa distribución del ingreso en todas las regiones de México; y la ineficacia burocrática en la mayoría de dependencias.
La administración obradorista no la ha tenido fácil, sobre todo debido a la carencia de recursos para cumplir infinidad de promesas relacionadas con nueva infraestructura.
Sin embargo, del listado anterior de debilidades, me parece, al día de hoy, que la seguridad pública, el precarismo financiero (que no afecta en lo absoluto a los miembros más destacados y corruptos de la Cuarta Transformación); y la erosión de la figura presidencial siguen siendo las partes neurálgicas de la administración obradorista, sin que las demás se hayan resuelto.
Actualmente existen dos variables muy importantes, dignas de ser analizadas más profundamente: la creciente división entre “obradoristas” y “morenistas”, y el excesivo futurismo sobre la sucesión presidencial, adelantada a propósito por el mismísimo López Obrador, sabedor de que los medios se entretendrían sobremanera manejando los perfiles de quienes son “las corcholatas” del presidente, término degradante, burlón y majadero, pero que le ha servido en mucho a AMLO para sus fines mediáticos y propagandísticos. El tema ha sido difundido hasta el fastidio para desviar la atención de los más graves problemas sociales y políticos.
Encumbrados “morenistas” están conscientes de ello y por eso decidieron abrir distancia con el titular del Ejecutivo federal. Hay otros que dócilmente aceptan los dislates presidenciales y hasta los aplauden, siempre con el objetivo de mantenerse en el buen ánimo de quien tomará las más importantes decisiones de Morena hacia las elecciones de 2024, incluyendo la de gobernador en Morelos.
Pero las crecientes vulnerabilidades le hacen “lo que el viento a Juárez” a López Obrador. Este lunes, fiel a su estilo personal de salirse por peteneras, culpó a los “conservadores” y a los medios de comunicación por haber sobredimensionado los acontecimientos en Jalisco, Chihuahua, Baja California y Michoacán, entidades donde está comprobado el predominio del crimen organizado muy por encima de las instituciones públicas. AMLO hizo a un lado los violentos y sangrientos hechos, para darle paso a su conocida catilinaria, desde luego tendiente a lavarse las manos y no admitir la realidad social y política en ciertas regiones mexicanas. Según él, todo es color de rosa. Hasta aprovechó el marco de circunstancias para presentar a la nueva titular de la SEP, Leticia Ramírez Amaya, quien es una de sus fieles cancerberas y cancerberos en Palacio Nacional. Esto lo analizaremos en una columna posterior.
A estas alturas de las conferencias de prensa “mañaneras”, nadie ignora la forma en que López Obrador se almuerza a sus críticos. Sin ningún empacho, siempre se ha burlado de ellos, colocándolos desde luego bajo el escrutinio de sus seguidores, que aún se cuentan por millones. El objetivo de las mañaneras es ese: denigrar a los adversarios del régimen, impactar en el imaginario colectivo y crear una imagen nefasta de quienes “están en contra de nuestro movimiento”. Y vaya que AMLO lo ha logrado. Morena sigue apareciendo en primerísimo lugar de las preferencias electorales, si hoy hubiese comicios.
En fin. Veremos cómo evoluciona esta semana y aquí comentaremos los hechos más importantes.