La utilización de las encuestas como método para la selección de los candidatos con mejores probabilidades de ganar en las contiendas electorales, sin duda es el mejor. Eso lo tiene muy claro Andrés Manuel López Obrador, como también sabe que cuando los compromisos políticos se superponen al pragmatismo el riesgo de perder se eleva.
Morena ya lo vivió en las pasadas elecciones intermedias, en las que los resultados no fueron como los esperaban y no obtuvieron los escaños suficientes en la Cámara de Diputados para seguir contando con mayoría calificada entre su partido y los de sus aliados.
Entre muchas otras resistencias a aceptar los avances y contribuciones de la Ciencia Política norteamericana, por parte de las izquierdas, se encuentra el uso de la estadística electoral, desde el mero hecho de que, por tratarse de modelos numéricos, se acusaba de neoliberales y tecnócratas a sus promotores. De esto hace ya varias décadas, sin embargo, con el paso del tiempo han terminado aceptándolas y usándolas, concediendo la razón así, de forma tácita, a los politólogos, sociólogos, matemáticos y psicólogos sociales que trabajaron, en su construcción.
Y guste o no a quienes profesan las ideologías por encima del conocimiento científico y técnico, ha quedado claro que las mediciones de los aspectos políticos y sociales de las relaciones de poder entre los individuos llegaron para quedarse. No es posible mejorar, demostrar ni controlar si no se mide, si no se hace estadística. Esa máxima rebasa cualquier planteamiento de carácter ideológico, por bien argumentado y convincente que parezca. Tanto así, que cuando López Obrador quiere demostrar algo en sus mañaneras usa estadísticas, y cuando quiere convencer, adoctrinar, prefiere entonces la ideología.
Para saber si la ideología cumplió con su función de adoctrinamiento de las masas de votantes recurren, indefectiblemente, al uso de las encuestas. Si alguien ha popularizado en México la palabra “encuesta”, ha sido el propio presidente, incluso al grado de cambiarle el cariz de su aprovechamiento para tomar decisiones técnicas y pragmáticas, para presentarla como una manera en que el pueblo puede ser el que decida quiénes quiere que sean sus candidatos.
De esta manera, los compromisos sobre las candidaturas pueden estar sujetos a que los aspirantes demuestren que están en el ánimo de los votantes. Y a quien lo tienen que demostrar es al máximo decisor, es decir, hoy por hoy, al propio primer mandatario. Aun así, con todo y los gráficos en las manos, se han arriesgado y han perdido elecciones, por sostener candidaturas que no contaban con el respaldo popular. Pero parece, que en esta ocasión AMLO no está dispuesto a correr esos mismos riesgos en las elecciones de los dos años siguientes.
Conclusión: los aspirantes tendrán que estar bien posicionados en las encuestas, sí o sí, para contar con la venia de quien finalmente terminará decidiendo.
Y para iniciados
Fin de semana intenso es el que se viene para Morena. Los que han tomado ya partido por uno u otro bando ya lo dieron a notar. Sacaron o las uñas o el cobre, como usted guste decirlo. Las alabanzas y los ataques entre los personeros de los principales ganadores de la contienda interna se notan en los medios y las redes sociales. Fuera máscaras, ya tomaron partido y basta leerlos o escucharlos para darse cuenta. Puede ser que el próximo lunes unos estén de festejo y otros rasgándose las vestiduras.
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