Alejandro Moreno Cárdenas, presidente nacional del PRI, y Ricardo Monreal Ávila, presidente del Senado, resisten y resienten los embates que buscan sacarlos ya de la jugada en sus respectivos partidos. Para ambos, las señales son directas y claras: las cúpulas no quieren dejarlos continuar con sus aspiraciones políticas.
Para el primero, mejor conocido por el sobrenombre de Alito, la reunión de ayer en las oficinas priistas puso de manifiesto que ha perdido el respaldo, si es que alguna vez lo tuvo, de la mayoría de los expresidentes nacionales del tricolor. Los reclamos fueron de distinto tipo y tono, pero todos en el mismo sentido: la estrategia ha sido la equivocada.
En el caso del segundo, Monreal, la línea fue marcada por el propio López Obrador a lo largo de varios meses, desde el primer anuncio de sus “corcholatas” y excluyéndolo en diferentes formas del proceso para seleccionar al candidato presidencial de Morena. Ya sea en las mañaneras, en los actos públicos del partido o, en las encuestas, el mensaje también es claro: no le ven posibilidades de ser candidato ganador.
Los dos, Alito y Monreal, siguen y seguirán aferrados a sus intenciones.
El primero, basado en que cuenta con el respaldo de la militancia y de los comités directivos estatales, para no dejar la presidencia del PRI, aunque ya con la promesa de que no buscará la candidatura presidencial y revisará la estrategia partidista que los ha llevado al peor de los momentos en su historia.
El segundo, todavía con el respaldo de un importante grupo de senadores, no solamente morenistas, una corriente al interior de su partido y cierta estructura en varios estados de la República, ha puesto como límite su dignidad, para tomar la decisión de retirarse, no del proyecto personal, pero sí de su partido.
Ambos, Alito y Monreal, están viviendo lo que significa enfrentarse al sistema, que en mucho es lo mismo que enfrentase a los intereses, designios y caprichos del presidente de la República. Atacados ferozmente, son un diáfano ejemplo de que nada de fondo ha cambiado en el sistema político mexicano, que sigue siendo -y hasta se ha reconstruido- un presidencialismo exacerbado, hambriento de poder y control, cobijado en un discurso democrático, que en la práctica es demagogia y manipulación de masas.
Y todo apunta a que vivirán también otra de las tragedias tradicionales de la política: al perder se quedan solos, se esfuman los amigos y corren los riesgos de la penumbra, el ostracismo, el encierro, el destierro y hasta el entierro, según el caso. También tienen en común un incierto futuro político.
Y para iniciados
Aunque no lo ha declarado públicamente, no ha renunciado al PES ni se ha afiliado a Morena, Cuauhtémoc Blanco ya está en las filas morenistas, como se pudo ver el pasado domingo en Toluca. ¿Pero por qué será que no lo han hecho público? En las cúpulas de Morena nos comentan que se debe a que creen que habría una rebelión de las bases, rechazo y disidencia. Eso ya ocurrió en la pasada elección intermedia y los resultados fueron desastrosos. ¿Podrán evitar que esa historia se repita?
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