Fueron varias las borracheras postelectorales el domingo de la semana pasada tras la elección de gobernadores y gobernadoras en seis estados. Y las expresiones vertidas por quienes dijeron “¡hay tiro!”, en sitios donde las oposiciones (PRI-PAN-PRD) salieron demasiado temprano a cantar victoria sin haberla conseguido, es el vivo reflejo de que alguien andaba muy briago, no bajo los influjos del alcohol, sino ensoberbecidos por los conteos rápidos. La realidad es que, de seis gubernaturas, Morena y sus aliados se llevaron cuatro y el bloque opositor solo Aguascalientes y Durango. Para las cuatro donde el voto no les favoreció, no tuvieron más que “salvar las apariencias” de diferentes formas.
Desde luego, aquello de que “¡hay tiro!” se inserta en las peroratas a las cuales habremos de acostumbrarnos desde ahora, hasta los comicios presidenciales y gubernamentales a celebrarse el 2 de junio de 2024. Ese día se elegirá a presidente de la República, nueve gobernadores (o gobernadoras), 128 senadores y presuntamente 500 diputados federales. Digo presuntamente porque la Cámara Baja, en caso de aprobarse la nueva legislación electoral propuesta por el presidente López Obrador, tendría un número menor de legisladores de representación proporcional. En Ciudad de México, Chiapas, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán se renovarán las gubernaturas.
Para que concluyan los gobiernos de López Obrador y Cuauhtémoc Blanco en Morelos faltan dos años y medio. En ese tiempo las circunstancias políticas, económicas y sociales pueden modificarse dramáticamente. Sin embargo, el partido a vencer en 2024 será el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). No me cabe la menor duda. Lo vislumbro levantándose con la victoria en busca de la Presidencia de la República.
Cuando tomen posesión sus nuevos mandatarios estatales, Morena tendrá el poder en 24 entidades. Recuérdese que en Morelos Cuauhtémoc Blanco llegó a la gubernatura mediante una coalición integrada por Morena, el Partido Encuentro Social (PES) y el Partido del Trabajo (PT). Sin embargo, muchas veces he escrito que el voto “en cascada” a favor de AMLO y Morena llevó al “Cuauh” a la titularidad del Ejecutivo morelense. No fueron los sufragios emitidos hacia el PES, mucho menos a favor del PT. Asimismo, es importante decir que, en 2006, 2012 y 2018, López Obrador arrasó en Morelos. En 2006, sin embargo, la elección de gobernador morelense fue también diferenciada, pues la “ola calderonista” benefició, con el voto “en cascada”, al panista Marco Adame Castillo, pero la presidencial fue ganada por López Obrador.
En 2012 pasó lo mismo con el candidato del PRD y sus aliados a la gubernatura, Graco Ramírez Garrido Abreu. El voto a favor de López Obrador contribuyó sobremanera a esa victoria, amén de que el PRI y el PAN tuvieron pésimos candidatos gubernamentales. Además, Graco llevaba desde 1993 haciendo campaña, recorriendo todos los pueblos de Morelos. Fue diputado federal y senador en nuestra entidad. Haiga sido como haiga sido, aquel trabajo de penetración social le funcionó.
El escenario para la elección de gobernador de Morelos en 2024 no es difícil de predecir. Como ya lo indiqué líneas atrás, en este territorio el partido a vencer será Morena. Y el candidato natural de ese instituto político al cargo hoy ocupado por Cuauhtémoc Blanco Bravo es Rabindranath Salazar Solorio, hoy subsecretario de Desarrollo Democrático, Participación Social y Asuntos Religiosos de la Secretaría de Gobernación federal. En innumerables elecciones gubernamentales de Morelos me he referido a los “candidatos naturales”, y (modestia aparte) en la mayoría he acertado. El hombre originario de Jiutepec lleva mano, no solo porque en 2018 se disciplinó frente a las decisiones de AMLO en torno al PES y Cuauhtémoc Blanco. Este último, por cierto, en breve se incorporará a las filas de Morena.
La mención de la directora de la Lotería Nacional, Margarita González Saravia, sirve para engrosar la lista de aspirantes, aunque, como ya lo cité anteriormente, la política es de circunstancias. Fuera máscaras: será López Obrador el gran elector del o la abanderada de Morena en nuestro estado. Aquello de la “encuesta” volverá a ser un montaje. Él evaluará si se inclina hacia Rabindranath Salazar u otra persona. Pero yo tengo la firme seguridad de que el candidato natural sigue siendo el ex alcalde, ex diputado federal, ex diputado local y ex senador. Sus seguidores, quienes poseen efecto multiplicador en todo el territorio estatal, han supervisado y cuidado la estructura. Empero, ya llegó la hora de que Rabín comience a tener mayor presencia en Morelos, fundamentalmente en puntos estratégicos, es decir, donde la coalición “Juntos Haremos Historia” obtuvo la mayor cantidad de votos en 2018.
Hay quienes, al agregar a Margarita González Saravia en la lista de aspirantes morenistas, hacen referencia a cuestiones paritarias o de equidad de género. Eso habrá que verlo después de la nueva reforma electoral. Entonces tendría que ser sumada también la senadora Lucía Virginia Meza Guzmán, quien ha sido muy útil al “obradorismo” en la Cámara Alta. Ha sido regidora, diputada local, diputada federal y senadora.
Y el PAN, partido que será el opositor real de Morena en 2024 (aunque se repita aquí la coalición con el PRD y el PRI), probablemente impulsará la candidatura de José Luis Urióstegui Salgado, presidente municipal de Cuernavaca. Sin temor a equivocarme, JLUS podrá competir con Rabín y quien fuere en una encuesta, la cual, quizás, gane de calle, ya que es bastante conocido en el interior morelense. De ahí la importancia de que Rabindranath Salazar u otro aspirante morenista comiencen a ganar presencia en el estado.