Las burocracias, es decir, los cuerpos de empleados públicos, responsables de la gestión de gobierno se ganaron a pulso la crítica y el repudio de los ciudadanos a los que deberían servir, con eficiencia y prontitud. Las administraciones, particularmente las municipales, cayeron en el burocratismo y por muchas décadas ahí se han quedado.
De por sí, la excesiva influencia de los funcionarios, o sea, el burocratismo, entorpece la gestión pública. Con el exceso de trámites y papeleos todo se complica para el ciudadano, en especial, para aquel que lleva adelante la iniciativa de abrir un negocio. Debido a este burocratismo, la vía más rápida para solucionar algo, lamentablemente, sigue siendo tener un contacto en el gobierno y, lo peor, caer en actos de corrupción o extorsión.
En el caso de Cuernavaca y otros municipios de Morelos, la incorporación de nuevas tecnologías ha logrado algunas mejoras, pero falta mucho todavía para alcanzar estándares que permitan hablar de calidad en el servicio y los trámites. Hoy por hoy, sigue siendo una monserga acudir a las oficinas de cualquier dependencia municipal.
Las quejas son las mismas de siempre, que: si no atienden, si están con la torta o los tamales, ahora metidos en sus redes sociales, si no resuelven, son lentos y poco o nada empáticos o hasta groseros, por decir lo menos, porque lo más grave es la corrupción que se genera y en diversas áreas se ha enquistado, normalizada a tal grado que para muchos ciudadanos las dádivas y mordidas son lo usual y más rápido para destrabar o lograr lo que necesitan.
El desarrollo económico y la mejora en la calidad de vida de los habitantes de otras municipalidades del país ha ido aparejado no sólo de la atracción de inversiones productivas, sino también de la mejora continua en los procesos de gestión de gobierno, de trámites y servicios. En ello es fundamental la mejora regulatoria, por lo que resulta muy relevante la instalación, el día de ayer, del Consejo en esta materia, por parte del Ayuntamiento capitalino.
Gobiernos van y vienen, hablan de la simplificación administrativa, del gobierno en red, de las ventanillas únicas, de la digitalización de los servicios y demás. Pintan un panorama que nos despierta esperanzas en que ahora sí las cosas van a mejorar. Pero, al final de los trienios resulta que no fue como lo prometieron. Incluso, con el tiempo nos enteramos de que, en algunas áreas, la cosa se puso peor. Y mucho de ello se debe a la permanencia de la corrupción en los gobiernos, desde funcionarios menores hasta las cabezas.
El nuevo Consejo de mejora Regulatoria de Cuernavaca tiene, pues, enormes retos y poco tiempo para lograrlos. Cuenta con la experiencia y el conocimiento de los representantes de las cámaras empresariales, algunos colegios de profesionistas, la voluntad del presidente municipal, José Luis Urióstegui, y uno que otro funcionario que sí le entiende a este tema.
En problema que va a enfrentar cualquier programa de mejora regulatoria en Cuernavaca, que será el denominador común en toda la administración, hasta que encuentren cómo resolverlo, es el círculo vicioso que genera la falta de recursos económicos líquidos y viabilidad financiera. En pocas palabras, como la serpiente que se muerde la cola: No se lleva adelante porque no hay recursos y no hay recursos, porque no se lleva adelante. Ese es el galimatías de fondo que se debe resolver.
Y para iniciados
Por más que los funcionarios y políticos de Morena, sus aliados y los seguidores a ciegas de AMLO se empeñaron en hacerle creer a los mexicanos que el aeropuerto Felipe Ángeles es una magna obra que debe llenarnos de orgullo, a dos días de la inauguración la evidencia vuelve a desmentir al presidente López Obrador. Las obras se reiniciaron porque no es cierto que está terminado, los escasos 12 vuelos de ayer salieron medio vacíos y las cuentas ya no cuadran. Pasarán muchos años para que ese aeropuerto sea rentable, si es que algún día llega a serlo, y mientras tanto nos seguirá costando mantenerlo de nuestros impuestos.
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