De por sí, las crisis económicas en el capitalismo son cíclicas e inevitables. Sin embargo, la manera en que llegan y se enfrentan depende de las políticas de los gobiernos. Tanto las economías basadas en principios neoliberales como las de tipo populista terminan llevando a sus pueblos a severas crisis, más agudas mientras menor es la fortaleza de sus instituciones. Por eso, las potencias económicas, con democracias consolidadas, son las que menos las padecen o las sortean con mayor éxito, a diferencia de los países subdesarrollados, como México, Chile, Venezuela, Cuba, Bolivia, Brasil y tantos más.
Las secuelas, es decir los daños y trastornos de las políticas neoliberales del régimen de Carlos Salinas de Gortari, se siguen padeciendo y pagando, igual que sus principales beneficiarios, como Carlos Slim Helú y Ricardo Salinas Pliego, por mencionar a los más connotados, se siguen enriqueciendo. Al final y más pronto que tarde, la burbuja económica que vendió como la entrada al primer mundo el gobierno neoliberal de finales de los ochenta y toda la década de los noventa, reventó. Sí tuvo que ver la corrupción en ello, hizo a la crisis del 95 más profunda, aunque con y sin corrupción de todas formas habría habido una profunda crisis, porque ese es un destino económico del capitalismo en sí mismo, es cosa de matemáticas, no de ideologías. Atribuir esa crisis únicamente al llamado “error de diciembre” es más que un insulto a la inteligencia de quien sea que sí haya estudiado y entendido la economía política.
Ahora bien, volteemos la mirada hacia los regímenes populistas, a las secuelas económicas que dejaron los llamados gobiernos progresistas de izquierda. La desaparecida Unión Soviética, la Alemania oriental, Corea del Norte, y hasta China, con todo y sus más o menos recientes reformas a su manera de entender el socialismo, que sí tiene un modelo diferente, al que quizá podríamos llamar Capitalismo de Estado. De este lado, Cuba, Venezuela, la Argentina peronista, Bolivia y, claro, Nicaragua, sin dejar de mencionar que el caso de Uruguay se distingue por tener mayores fortalezas institucionales y democráticas, aunque también ha padecido las crisis.
A la vista de las políticas populistas, sueltas, invertebradas, caprichosas que no han cambiado al sistema, sino lo han querido poner al servicio autócrata de López Obrador, sin lograrlo todavía, porque las instituciones autónomas han podido frenarlo (el decretazo, la extensión del periodo del presidente de la Suprema Corte, la extinción de los fideicomisos, la destrucción del INE para tener un órgano a modo, a su servicio y demás, siguen bajo escrutinio jurídico y político), no se necesita bola mágica, ni profundos estudios de econometría, para pronosticar que las secuelas para la economía mexicana serán severas. Las instituciones que AMLO quiere mandar al diablo resultaron mucha pieza. Sin embargo, revisando la evidencia, las pruebas, los datos reales, la crisis que se está fraguando quizá no le reviente a él, pero sí, como con Salinas, terminará explotándole a su sucesor.
Y para iniciados
Cuauhtémoc Blanco no entendió el mensaje de las urnas en las pasadas elecciones. No quiso tomar la opción que le ofrecieron de una salida digna. Siguió acumulando irregularidades, señalamientos y repudio de amplios sectores sociales. Los fuereños de su círculo cercano en nada han ayudado a remediar la andanada de críticas sobre el desempeño de su administración, pero tampoco aquellos que sí son de Morelos, que se vendieron y son comparsa del pésimo gobierno que encabeza el ex ídolo del fútbol. Parece que la soberbia y su estilo beligerante de afrontar las polémicas y los escándalos ahora serán insuficientes.
No tiene idea de los alcances que puede tener la movilización de los pueblos indígenas en su contra, no ha medido tampoco la trascendencia de las fotos que aparecieron en medios ni de las denuncias que, ya con base en los indicios, tendrán que llevar a resultados de investigaciones judiciales. Y quizá no tenga claro que los nueve votos a su favor en el Congreso tampoco lo librarán de lo que pueda suceder en el ámbito federal ni del juicio popular. La pinza se cierra en torno al ex ídolo del balonpié y quizá en breve ya sea demasiado tarde para tener una salida digna. Sería muy irónico, y vaya que hay posibilidades de que suceda, de que en lugar de que Graco Ramírez sea procesado, a quien efusiva y reiteradamente prometió meter a la cárcel, fuera el Cuau a parar al banquillo de los acusados.
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