Hace unos días, en este espacio periodístico, analizamos las circunstancias en que el próximo presidente municipal de Cuernavaca, José Luis Urióstegui Salgado, encontrará el espacio público en el centro citadino y en infinidad de colonias, invadido por comerciantes ambulantes y semifijos. Ni hablar del Centro Comercial “Adolfo López Mateos”, donde todos los pasillos y andenes están copados por el mismo tipo de fenicios.
Antes de mencionar algunos factores inherentes a la problemática, quiero referirme a lo declarado este miércoles por Urióstegui Salgado en el sentido de que su administración “revisará a profundidad” el ambulantaje, con el objetivo de reducir la presencia de vendedores en el primer cuadro de Cuernavaca, conocido también como Centro Histórico.
Informó que se ha realizado una valoración, junto con los regidores entrantes, en el sentido de que “hay exceso de ocupación de la vía pública, porque las banquetas han sido utilizadas por el comercio ambulante, pero también por los establecidos”.
Dijo textualmente el alcalde electo:
«Las banquetas han sido ocupadas no solo por comerciantes ambulantes sino por el comercio formal, que, al tener una competencia desleal, saca sus productos y obstaculizan las banquetas, obligando a los transeúntes a bajarse al arroyo vehicular con riesgo de ser víctimas de un accidente y ser lesionados».
Sin embargo, indicó que este tema es delicado y entendible, pues por la falta de empleo formal muchos comerciantes salen a la calle a vender artículos fuera de la ley o amparados por autoridades corruptas.
Hasta aquí lo expresado por José Luis Urióstegui Salgado. Me parece que tiene toda la razón. Los gobiernos municipales anteriores dejaron crecer la problemática, la cual, aparentemente, parece no tener solución, pues a lo largo de varias décadas, los multicitados comerciantes ambulantes y semifijos generaron derechos al pagar contribuciones a los ayuntamientos en turno, gracias a lo cual consiguieron amparos de la justicia federal para evitar su desalojo o remoción. Hoy se siente propietarios de los lugares donde a diario desarrollan sus actividades, suponiendo que son sus propietarios, cuando en realidad se trata del espacio público.
El pasado 20 de diciembre me referí a la pérdida del espacio público en Cuernavaca y la mayoría de municipios morelenses, mismo que hoy, repito, parece ser propiedad de comerciantes informales. Esto sucedió a partir de que las autoridades municipales en turno se coludieron con líderes de vendedores ambulantes y semifijos concediéndoles licencias espurias, a la postre convertidas en derechos y amparos gracias a los pagos a las tesorerías respectivas.
¿Y ahora qué pueden hacer los alcaldes para contrarrestar, entre otros problemas, las zonas de excepción, las zonas de tolerancia y la pérdida evidente del espacio público? A juzgar por lo visto en Cuernavaca y su zona metropolitana, no pueden hacer nada. O no han querido, ni querrán hacer nada, frente a la magnitud del conflicto… y de los intereses. Seguramente argumentarán que es preferible crear tianguis en el espacio público, en lugar de generar nuevos delincuentes, pero la realidad de fondo son los cuantiosos negocios realizados por los ediles, confabulados con quienes lideran y auspician el ambulantaje y el comercio semifijo.
El espacio público es el lugar donde cualquier persona tiene el derecho de circular, en oposición a los espacios privados, donde el paso puede ser restringido, generalmente por criterios de propiedad privada, reserva gubernamental u otros. Por tanto, espacio público es aquel espacio de propiedad pública, dominio y uso público.
¿Pero cuál es la realidad de Cuernavaca y otros municipios morelenses? Tocante al caso de la capital, el denominado Centro Histórico está convertido en un gigantesco tianguis, cuya principal característica es la anarquía y el quebranto de normatividades.
Para el Ayuntamiento presidido por Antonio Villalobos Adán fue imposible controlar el crecimiento de esta actividad económica, a todas luces informal, irregular e ilegal. La administración buscó reordenarla, sin conseguirlo, debido a las cantidades millonarias en juego. El desorden del comercio semifijo y ambulante inunda el primer cuadro de la ciudad y las principales calles aledañas, algunas de ellas muy importantes por la alta densidad de transeúntes y el flujo vehicular.
Ya en anteriores ocasiones hemos aludido la manera criminal como la Plaza de Armas y el Jardín Morelos están poblados por comerciantes, de lo cual esos espacios públicos descansaron algunos meses por la pandemia. Además de las plazas públicas, los comerciantes son dueños de las calles Degollado, Avenida Morelos, Aragón y León y Matamoros, a las afueras del antiguo Congreso estatal. Ojo: solo nos estamos refiriendo al centro de la ciudad, pero infinidad de colonias están plagadas de zonas de exclusión, de zonas de tolerancia.
Estaremos atentos a las decisiones que tome el nuevo presidente municipal de Cuernavaca a partir del 1 de enero próximo, el abogado José Luis Urióstegui Salgado, quien deberá buscar y encontrar el respaldo de toda la sociedad local, a fin de resolver, no solo la problemática del ambulantaje, sino otras más latentes desde hace décadas.