Como en muchas otras áreas y temas, las políticas de gobierno de los años sesenta y setenta del siglo pasado generaron atrasos y desfase del avance con respecto a otras naciones del mundo, en todos los sentidos. El populismo de los priistas Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo dejó al país inmerso en una severa crisis económica que puso en jaque la administración de Migue de la Madrid Hurtado, quien desde inicio de su mandato en 1982 y hasta 1988 fue dio un giro para revertir las consecuencias de la inflación, la más alta en la historia y el estancamiento en crecimiento y desarrollo.
Fue hasta los noventa que las condiciones mejoraron, pero no para todos, la política económica neoliberal, profundizada y expandida por Carlos Salinas de Gortari, enroló a México en la ruta del crecimiento y la apertura comercial internacional. Sin embargo, ese proceso también amplió la brecha entre ricos y pobres, al mismo tiempo que se generaba más riqueza, ésta se concentraba más y más en manos de unos poco privilegiados.
Hay menos privilegiados ahora que entonces, eso sí, pero los que hay hoy siguen siendo los de aquellas épocas o lo son sus herederos, pero siguen siendo los mismos apellidos, de las mimas familias, potentadas y poderosas. En cambio, las clases medias y las populares han vivido el constante deterioro de su capacidad económica. El sostenimiento del PRI en el poder se hizo imposible y fue relevado doce años por el PAN. Y aunque el estilo, más del tipo gerencial ya n sus últimos días de moda, y el marketing, basado en la idea del cambio, desplazaron al discurso de la Revolución, de fondo es sistema siguió siendo el mismo. Y, por lo tanto, en realidad nada iba a cambiar. Cuestión que nos ha quedado muy clara con siguientes e interminables crisis económicas, el alza de la inseguridad y la violencia y, por supuesto, el atraso en la mayor parte del país, con contadas y muy focalizables excepciones: Querétaro, Guadalajara, Monterrey y la Ciudad de México, por mencionar los casos más conocidos.
Sin embargo, en términos reales, México ha seguido siendo un país atrasado, muy desigual, con más recursos que otros países del tercer mundo, pero con una mayor concentración de la riqueza, pocas oportunidades de movilidad social, capacidad de ahorro o de inversión. Los servicios que brinda el Estado, en su momento grandes promesas y ejemplo de inversión pública para el bienestar de la población, como el IMSS o el ISSSTTE, sufrieron un deterioro evidente, que no ha sido reparado, sino solamente maquillado, para que parezca que van mejorando.
Comenzó ya la segunda parte del sexenio de Andrés Manuel López Obrador, con un serie de cambios que no afectan de fondo al sistema, sino que lo colocan de regreso al populismo del régimen hegemónico priista del siglo XX, exacerban el culto a la personalidad del presidente y fortalecen la presencia y los alcances de las fuerzas militares en cas todas las actividades estratégicas. Lo de menos, que es en lo que más se están poniendo atención la mayoría de los analistas, es si sube o baja la popularidad de AMLO. La verdaderamente importante para analizar n es eso, sino son las condiciones reales en que está dejando a la economía nacional, el creciente papel político de las fuerzas armadas en su gobierno, que nos venden bajo la idea de que están informando al pueblo, y la polarización inquisitiva, ese velado discurso de odio que Andrés Manuel dicta todos los días, y que no tendrá otro final que la producción de violencia, ya que las palabras de odio se trasforman, de manera natural, en acciones de odio.
Y para iniciados
Ya habíamos comentado sobre el fin de la luna de miel en el Congreso local. Ahora pasamos al tiempo de los enfrentamientos políticos, las negociaciones y las luchas por el poder.
¡Que tenga un excelente inicio de semana!
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