Según una investigación de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), difundida este miércoles por medios nacionales, aproximadamente 30 mil menores de edad en el país han sido retenidos e integrados a la delincuencia.
En su informe denominado “Niñas, niños y adolescentes reclutados por la delincuencia organizada”, Redim recopiló 67 testimonios de niños, niñas y adolescentes reclutados por narcotraficantes. Las entidades elegidas para este estudio fueron siete: Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas (zona norte); Estado de México y Guerrero (zona centro); Oaxaca y Quintana Roo (zona sur). Se subraya que la zona norte “es la mejor pagada” y la que concentra mayores niveles de violencia, así como altos estándares de adiestramiento en Tamaulipas y Coahuila.
En el caso de la vida en internamiento de las niñas, niños y adolescentes reclutados reflejan diferencias importantes. Especialmente en la zona sur existe disparidad en medidas impuestas por jueces, mientras que en la zona norte la delincuencia organizada invierte en la defensa jurídica de quienes generan más ganancias. La zona centro, donde se ubica Morelos, también tiene lo suyo.
Hasta aquí el informe de Redim. Empero, en nuestra entidad llevamos muchos años refiriéndonos al reclutamiento de menores de edad por el crimen organizado. De acuerdo a una investigación titulada “El crimen como oficio: una interpretación del aprendizaje del delito en Colombia”, nos ayudará a comprender todavía más las causas por las cuales miles de jóvenes mexicanos engrosan las filas del crimen organizado.
Sus autores son Isaac de León Beltrán y Eduardo Salcedo Albarán, miembros de la Fundación Método, un grupo multidisciplinario de investigación en ciencias sociales que ha asesorado al gobierno de dicho país en la lucha contra las drogas y la delincuencia organizada. Desde mi particular punto de vista, los métodos de adiestramiento tienen vigencia todavía en muchas regiones mexicanas, incluido nuestro estado.
El trabajo supone que el delito puede ser entendido como una actividad que exige cierta comprobación o experiencia. El crimen requiere preparación, lo cual va en contra de la creencia de que cualquier persona, en cualquier momento de su vida, puede delinquir aun cuando no posea las actitudes o la preparación necesaria para hacerlo.
Abarca la necesidad de poseer un componente cognitivo, un componente volitivo (impulso de voluntad) y un componente de control emotivo para delinquir. Ejecutar un crimen no es algo que depende únicamente de decisiones impulsivas, sino también de los componentes mencionados, aprendidos durante un proceso de formación.
¿Saben ustedes cuál es el promedio de edad al momento en que un sujeto empieza a ser capacitado por criminales organizados? Entre 16 y 17 años, lo que tiene estrecha relación con las decenas de adolescentes (algunos eran casi niños) y jóvenes cuyas edades oscilaban entre los 17 y 21 años, ejecutados en Morelos.
La comisión de un delito requiere la conjunción de tres factores: 1) el componente volitivo, es decir, tener la voluntad, querer delinquir; 2) el componente cognitivo, que se refiere a los conocimientos técnicos que prescriben el procedimiento necesario para la ejecución exitosa del delito; y 3) el componente de control emotivo, es decir, la capacidad para regular las emociones en momentos álgidos de la ejecución del delito. La conjunción de los tres aumenta la probabilidad de un crimen exitoso.
Por lo tanto, un mal delincuente carece de alguno de dichos componentes, o posee uno en proporción inadecuada.
Lo anterior significa que solo aquellos criminales especializados que logran adquirir amplio conocimiento, por ejemplo respecto a los procedimientos de robo, están cognitivamente capacitados para desempeñar papeles importantes dentro de una banda que intenta acciones de esta clase. En concreto: los grandes capos, algún día, fueron adolescentes.