La entropía es uno de los conceptos fundamentales de la física clásica, introducido en la ciencia por el alemán Rudolf Clausius (1822-1888). Si usted desea explorar más sobre el tema consulte la teoría general de sistemas y comprenderá las causas por las cuales nuestros gobernantes empiezan a fallar a la ciudadanía al poco tiempo de haber sido entronizados, sin cumplir jamás sus promesas de campaña.
Según Clausius, “la entropía expresa la capacidad de transformación de la energía: cuanto mayor es la entropía de un sistema, tanto menor es la energía en él contenida capaz de sufrir transformaciones”. Es así como se formula una de las leyes físicas capitales: el segundo principio de la termodinámica, aplicable a todos los sistemas vivos.
En este contexto podemos inferir que la estructura de un gabinete gubernamental o de un gobierno en general es un sistema vivo, sometido siempre al desgaste interno o entropía. Dentro de un sistema cerrado, la entropía no disminuye, ni tampoco llega a un estado de equilibrio donde ya no son posibles las transformaciones energéticas: toda la energía (creadora o de trabajo para el caso de los individuos que componen un gabinete gubernamental) se ha convertido en calor, encaminándose a una muerte térmica. Es así de simple en todos los sistemas cerrados.
Según Clausius, la entropía puede medirse a partir de procesos reversibles e irreversibles, aplicables a la forma en que un mandatario empieza su gestión administrativa y política con ciertos grados de restricciones, cambiantes según las condiciones sociales y el movimiento de los grupos de presión.
En múltiples columnas he escrito sobre la forma en que Lauro Ortega Martínez, gobernador de Morelos en el sexenio 1982-1988 y recordado como el mejor que ha tenido nuestra entidad, oxigenó su gabinete llevando a cabo constantes movimientos, a fin de evitar el desgaste padecido por dos de sus antecesores: Felipe Rivera Crespo (1970-1976) y Armando León Bejarano (1976-1982). Sobre todo, el segundo de los dos, en términos prácticos, se fue a la ignominia, desprestigiado e inclusive perseguido por la entonces denominada Procuraduría General de la República (PGR). La principal característica de aquellos regímenes fue la cerrazón y el ejercicio del poder, por parte de los mandatarios en turno, rodeados por cómplices y no por funcionarios capaces. Y algo semejante padeció Antonio Riva Palacio en el periodo 1988-1994, quien se negó a hacer cambios.
En lo que respecta a los presidentes municipales he visto desfilar a decenas y decenas durante casi cinco décadas, sobre todo en mi ciudad natal, Cuernavaca, la cual presenta precisamente un rezago urbanístico de por lo menos medio siglo causado, entre otros factores, por las redes de complicidades y la corrupción. La inmensa mayoría de alcaldes pasó de noche, saliendo desprestigiados del Ayuntamiento por no haber oxigenado a tiempo sus administraciones y abierto las puertas a la sociedad, a los colegios de profesionales y, fundamentalmente, a las universidades.
Entre estas últimas debo poner énfasis en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), actualmente encabezada por el rector Gustavo Urquiza Beltrán, con quien este lunes se reunió el presidente municipal electo de Cuernavaca, José Luis Urióstegui Salgado, quien hizo hincapié en la necesidad de que nuestra máxima casa de estudios, de cuya Facultad de Derecho y Ciencias Sociales es egresado, tenga especial participación en la elaboración del proyecto municipal 2022-2024.
Y me parece que la intervención universitaria no se detendrá ahí, pues veo a un Urióstegui decidido a escoger a los mejores profesionales egresados de la UAEM, a fin de incorporarlos al Ayuntamiento. Eso, señoras y señores, sería abrir la administración municipal para sentar las bases que eviten la entropía, el desgaste, la disfunción orgánica y la muerte en términos físicos, mencionadas líneas atrás.
Nadie mejor que José Luis Urióstegui Salgado sabe quién es quién en Morelos. Sabe de qué pie cojea cada hombre y mujer que ya se le ha acercado para entregarle su currículum y ver si logra incrustarse en la ubre municipal.
Un ejemplo de que el alcalde electo necesitará a los mejores especialistas es el SAPAC, organismo urgido de una gran reingeniería administrativa y financiera, tope lo que tope y pase lo que pase. Sin embargo, todavía faltan poco más de tres meses para que conozcamos la composición del gabinete del presidente municipal electo, a fin de medir el grado de sus compromisos políticos, transformados en el pago de facturas. De ahí podremos pronosticar el rumbo de su administración, ya sea hacia el desgaste o la entropía, debido a las nuevas componendas y redes de complicidades, o teniendo como destino la trascendencia histórica para ser colocado entre los mejores ediles de Cuernavaca. Ya veremos.