por Marcos Pineda
Ahora vamos a ejemplificar la analogía entre los virus biológicos y los políticos. Tenemos el caso icónico de los revolucionarios del siglo pasado. No de los Flores Magón ni de los Madero, ellos eran las vacunas, sino de los institucionalizados. Los que convirtieron el discurso revolucionario en una forma de control ideológico y político. Aparecieron, se esparcieron y mutaron. Pasaron de la patogenicidad militar a la civil. A cada nueva institución y a cada nueva ley, vacunas contra los excesos del poder, los miembros de la familia revolucionaria congregados en el PRI le encontraron su punto débil, la invadieron y corrompieron.
Las variantes de estos virulentos políticos fueron cada vez más contagiosas y dañinas, hasta llegar al colmo de las cuantiosas riquezas mal habidas, como las de Miguel Alemán Velasco, José López Portillo, el Negro Durazo -de quien conocí el fastuoso Partenón del Ajusco, una vez que le fue incautado- y tantos más, o las ínfulas de grandeza genocida de Luis Echeverría, manifiestas en las represiones del 68 y el halconazo del 71, así como las persecuciones políticas que conocemos como la Guerra Sucia.
Luego, con Miguel de la Madrid, hizo su aparición la variante neoliberal. Siguieron siendo priistas, pero dejaron a un lado la política económica del mercado interno, para saciar sus ansias de expansión hacia el exterior. Las políticas privatizadoras se pusieron en marcha. Con Salinas de Gortari ya no hubo vuelta atrás, los tecnócratas dominaron. Se siguieron buscando vacunas y tratamientos. Así, estrenamos organismos autónomos prometedores, pero que siguieron siendo controlados desde arriba. Recuerde usted que, en su primera etapa, el Consejo General del entonces Instituto Federal Electoral era presidido por el secretario de Gobernación y que nunca ha llegado a ocupar la titularidad de uno de estos organismos alguien que carezca del visto bueno presidencial, lo reconozca el sistema o no, pero así ha sido.
La variante panista de los primeros años del siglo XXI no se diferencia en mucho de la priista, en su calidad de virus político. Sí es diferente en su ideología y sus principios morales, que pareciera gozan de enarbolar públicamente y violar en lo privado, bajo el velo de la hipocresía. Ni Fox ni Calderón son motivo de orgullo nacional, todo lo contrario. Y lo mismo se puede decir de sus pupilos, hoy herederos de sus estigmas.
Una variante priista se reeditó, apareciendo en portadas de revista. Encopetada, mercadotécnicamente mejor diseñada, pero con su mismo ARN originario. Como suele suceder a los virus, no todas las mutaciones perduran largo tiempo. La del periodo de Enrique Peña Nieto se distinguió por su ignorancia y estulticia. Y dejó muy debilitados a los priistas, al punto de que hay quienes creen que se encuentran en vías de extinción.
Una de las variantes que se comenzó a diseminar en pequeñas proporciones fue la de los deportistas en retiro, que ahora los vemos a lo largo y ancho del país compitiendo en la cancha electoral, y como todo virus, haciendo unos más mal que otros. Y esa historia todavía se está escribiendo.
Siguen apareciendo, siguen mutando. El más reciente, la epidemia actual, es la del lopezobradorismo, que sigue mutando en partidos como el PT, el Verde, Fuerza por México, Encuentro Solidario y demás, que son variantes del mismo virus político. El lopezobradorismo va contra las vacunas y los tratamientos que pueden frenarlo: los organismos autónomos, la información y la verdad, la prensa libre y la libertad de expresión, la oposición y las organizaciones civiles.
Como suele suceder con los virus biológicos, la variante del lopezobradorismo resultó más virulenta y patogénica que las anteriores.
Y para iniciados
Dos claros ejemplos de cómo los virus del poder intentan resistir a las vacunas que, contra sus excesos y malas prácticas, ha generado la sociedad, son las persecuciones y repetidos intentos por sacar de la jugada al ombudsperson, Raúl Israel Hernández Cruz, y al fiscal, Uriel Carmona Gándara. Ambos titulares de organismos autónomos que resultan más que incómodos para el ejecutivo estatal, que no ha podido ni quitarlos ni someterlos, y ojalá que eso siga así, por el bien de todos.
Excelente fin de semana.
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