por Marcos Pineda
En la página 89 de las Meditaciones del Quijote, del filósofo español José Ortega y Gasset, de 1914, reeditadas en Madrid en 1990, encontramos una frase atribuida al filósofo y humanista, originario de lo que hoy son los Países Bajos, Erasmo de Rotterdam, que dice “En tierra de ciegos, el tuerto es rey.” Si conectamos esa frase con una de las reflexiones de Ortega, acerca de que “los vacíos se llenan”, podemos encontrar una sencilla explicación a los porqués estamos como estamos.
En síntesis, la primera expresión se refiere a las personas que se distinguen entre las demás, no por poseer grandes talentos o experiencia, sino porque, al menos, cuentan con alguno del que los demás, en su entorno, carecen. Tienen un ojo para ver, mientras el resto van completamente a ciegas. Y la segunda, hace referencia a que los espacios siempre tienen algún contenido y no se quedan vacíos, habrá algo que los llene.
Así, por poner algunos ejemplos, un abogado, un administrador o un médico mediocre sobresaldrá entre una multitud que no tenga estudios en esas áreas del conocimiento. Podrá no ser bueno, es más, ser bastante malo, sin embargo, la ignorancia de los demás le dará posibilidades de superponerse al conjunto de los más incompetentes que él. También, entonces, en la vida cotidiana los vacíos se llenan. Un trabajo sustituye a otro, una nueva pareja a la pareja anterior, la pasión por algún deporte o pasatiempo puede ser sustituida por el vicio o la disipación. A la falta de algo, otra cosa lo sustituirá. Pero de que ese vacío se llena, se llena, para bien o para mal.
Aunque ambas ideas aplican en todos los órdenes de la vida, a los que el filósofo checo, Karel Kösik, se referiría como la “dialéctica de la vida cotidiana”, pensemos en dos temas: elecciones y gobierno. Solemos preguntarnos por representantes populares que son objeto de severas críticas por su pésimo desempeño, como el conjunto de legisladores salientes, los miembros del gabinete, el gobernador o el mismísimo presidente, ¿cómo es que esta persona está ocupando tal o cual cargo público? ¿cómo es que logró ganar las elecciones? Y ¿qué no hay quiénes puedan hacerlo mejor?
Y seguro que podemos esgrimir una gran cantidad de argumentos para explicarlo. Algunos quizá de sentido común, otros de carácter técnico o científico y hasta elaboradas construcciones de teorías conspiracionistas. Sin restar mérito a ninguna de ellas, las reflexiones de Ortega y Gasset nos dan una respuesta asequible: están ahí porque alguien tenía que ocupar esos espacios y tuvieron algo de su lado que les dio esa oportunidad.
No es un tema de talentos, sino de circunstancias. Son los tuertos que sobresalieron entre los ciegos y estuvieron ahí, en el momento y lugar adecuados, para llenar ese espacio que no podía quedar vacío.
Si así son las circunstancias ¿qué nos queda? ¿Resignarnos? ¿Dar continuidad a la apatía que perpetua el Statu Quo? Yo creo que no, yo estoy convencido de que debemos promover la organización y la participación social en los asuntos públicos, para evitar que en lo sucesivo los vacíos se sigan llenando con tuertos, en un país de ciegos.
Y para iniciados
Los mensajes sobre las alianzas y acuerdos, entre los poderes Ejecutivo y el Legislativo que deberán hacerse, obligadamente, ya no para perfilar un proyecto de gobierno, sino para sacar adelante el trabajo mínimo, necesario para la diaria marcha de la administración pública, requerirán habilidad, tacto y sensibilidad. Salvo Agustín Alonso, que parece más enfocado a generar ya condiciones para un proyecto personal rumbo al 2024, el resto de los legisladores parecen estar dispuestos a sentarse a dialogar al respecto. Pero no corresponde a ellos buscar al Ejecutivo, sino al ejecutivo buscar a los diputados.
Excelente día.
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