Fernando Irala
El Consejo del Instituto Nacional Electoral consumó lo que se temía: otorgó al partido Morena y sus aliados diputados suficientes para exceder la llamada mayoría calificada, que les permitirá modificar la Constitución sin tener que negociar con la oposición, mientras que en el Senado de la República sólo les faltarán tres votos más para poder hacerlo.
La próxima composición del Congreso hará retroceder a la política mexicana por lo menos medio siglo y tal vez más, si se atiende a que en la reforma política de la década de los setenta, la finalidad era flexibilizar el sistema, dar acceso y poder a las voces disidentes, en tanto que ahora todo va encaminado a callar, incluso, como ya ha ocurrido, a tachar de traidores a la patria a quienes no avalen las iniciativas del régimen actual.
Para cerrar la pinza, está en marcha la estrategia de aprobación sin demora de la reforma judicial, con lo que ese poder dejará de ser un contrapeso para convertirse en un instrumento dócil a los designios del gobierno en turno.
A ello se añade la desaparición proyectada de los organismos autónomos construidos desde el siglo pasado, los cuales desde diversos ángulos comparten la misión de empoderar a los particulares y otorgarles medios de defensa frente al Estado.
Con todo ello retrocedemos al viejo caudillismo, etapa que ya parecía superada en la cultura y la historia de nuestro país.
Las resistencias están a la vista: trabajadores, jueces y magistrados del Poder Judicial han entrado en paro, para evitar que sus carreras y sus derechos sean atropellados, en tanto abogados, periodistas y organizaciones de la sociedad civil, incluso las representaciones empresariales, exponen los riesgos de las políticas anunciadas.
En los próximos días, los mercados financieros seguramente reflejarán el impacto derivado de cómo se advierte desde el mundo del dinero una transición en la que lejos de matizar las ocurrencias del gobernante que se va, su fuerza partidaria quiere culminar con un salto al vacío de consecuencias impredecibles.
Por lo pronto, la paridad del peso con respecto al dólar ya tuvo la semana pasada una caída que lo llevó de nuevo cerca de la proporción de 20 a uno, la cual no podría calificarse aún de alarmante, pero que probablemente se profundizará en el futuro cercano.
Si a ello se suma el estancamiento de la actividad productiva y comercial, así como del sector exportador y de la entrada de remesas de divisas al país, el panorama dista de ser alentador.
Veremos si en el ahora poderoso partido de Estado cabe la mesura y la prudencia, o si están dispuestos a llevarnos a todo galope al precipicio.