Controversial y polémico, desde lo que se sabe sobre su juventud y hasta la actualidad, el saliente gobernador constitucional del estado de Morelos, Cuauhtémoc Blanco Bravo, ha sido un hombre afortunado, que pasó de la pobreza a la riqueza, de ser un completo desconocido a la fama pública y de un muy bien valorado reconocimiento por su trayectoria como futbolista a la ignominia en el terreno de la política. Todo lo anterior, comprobable con datos duros, provenientes de las estadísticas históricas de cada uno de los rubros mencionados.
Fuera de su círculo cercano, poco se sabe sobre los primeros años del llamado “Cuauh”,nacido en 1973 en Tepito, pero avecindado en el barrio de Tlatilco, en la entonces Delegación Azcapotzalco, de la hoy Ciudad de México, hasta que fue descubierto por Antonio La Coca González, promotor deportivo, en el Torneo de las Delegaciones, llevado a cabo en 1989. Y aunque es un referente mediático del fútbol mexicano y, particularmente del América, en realidad no cuenta con los primeros lugares en las estadísticas de apariciones o goleo, siendo superado por personajes como Luis Roberto Alves “Zague”, dentro del América, y por Javier Hernández y Jared Borgetti, en la selección nacional.
Siendo presidente municipal de Cuernavaca, en el 2016, reconoció públicamente que sólo contaba con los estudios de primaria concluidos y secundaria trunca. Años después, ha afirmado que pudo concluir sus estudios de bachillerato. Si hubiese desempeñado un buen gobierno poco o nada nos preocuparía su preparación académica o la ignorancia que ha demostrado, públicamente o en privado -como lo comentan sus excolaboradores-, desde que llegó a Morelos. Sobra evidencia al respecto y no es descartable la hipótesis de que su pésimo desempeño, calificado así por todas las evaluaciones que se han publicado al respecto, guarde estrecha relación con sus carencias formativas y hasta con su carácter e historia de vida.
Una rápida búsqueda en la Internet arroja varios momentos clave para el análisis de Cuauhtémoc Blanco en su paso por la política, donde gozó de la protección y el apoyo, primero, de las altas autoridades de la pasada administración federal, en especial de la secretaría de Gobernación, durante la segunda mitad del gobierno de Enrique Peña Nieto y, después, del propio presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, quien lo ha defendido en múltiples ocasiones, incluso ante rechiflas, gritos y mentadas, diciendo que “el Cuauh” es un gran gobernador y le consta, a contracorriente de lo que opina el pueblo de Morelos.
Si bien no recibió el respaldo presidencial, ni para buscar la candidatura presidencial, ni la de la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, ni para una senaduría plurinominal, con duración de seis años de fuero constitucional, Andrés Manuel sí le dio lo que podría ser su último espaldarazo: una diputación plurinominal asegurada, con posibilidades de reelegirse en el cargo, dentro de tres años. Una curul, en cierto sentido como un premio, pero no precisamente por haber sido un gran gobernador o porque las cualidades y experiencia del ex ídolo del fútbol sean las que se requieren en la bancada morenista de la próxima Legislatura, sino porque es una realidad la existencia de carpetas de investigación que involucran al todavía gobernador de Morelos.
Las razones por las que López Obrador decidió proteger y apoyar a Blanco Bravo, podrían ser deducidas con base en especulaciones y testimonios de quienes sí saben del tipo de relación y acuerdos entre ambos, pero que solamente se conocen en ese pequeño y cerrado círculo.
Y para iniciados:
Pueden ir haciendo sus quinielas. Por ejemplo, ¿creen que hagan a Cuauhtémoc presidente de la Comisión del Deporte en la Cámara de Diputados? ¿Pedirá licencia para relevar a la desacreditada Ana Gabriela Guevara en la CONADE? Y, en los siguientes tres años como diputado federal ¿tendrá al menos alguna participación en el pleno de la Cámara de Diputados, aunque sea mal leyendo un documento? Pero al final, eso puede que tenga poca relevancia, pues, la historia del “Cuauh” se ve bien referenciada con el refrán que dice: “Suerte te dé Dios y que el saber nada te importe”.
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