Mientras en México transcurre el proceso de transición entre el gobierno que concluye y el que aún no comienza, en el vecino país, Estados Unidos, se vive la incertidumbre de una sucesión no definida, la cual crece a medida que se aproximan los comicios.
Las encuestas norteamericanas arrojaban un virtual empate en las preferencias electorales, hasta antes del primer debate presidencial, que tuvo lugar la semana pasada entre el actual mandatario demócrata, Joe Biden, que aspira a reelegirse, y el expresidente republicano Donald Trump, que hace cuatro años no pudo retener el poder pero ahora pretende recuperarlo.
En el encuentro que tuvo lugar el pasado jueves, Trump fue el de siempre, un mentiroso contumaz que sin empacho sustentó sus intervenciones en innumerables falsedades e interpretaciones de la realidad a su personal conveniencia; por su parte Biden, aparentemente resfriado y con sus 81 años a cuestas, se mostró falto de reflejos, por momentos deshilvanado, y no tuvo la contundencia necesaria para rebatir a su adversario y evidenciar sus imposturas.
Por lo menos hasta el momento, no hay aún evidencia de que el primer debate presidencial haya movido las intenciones de voto, pero por ello mismo la moneda sigue en el aire, lo cual pone nerviosos en primer lugar a los liderazgos del Partido Demócrata, en cuyos corrillos se ha mencionado incluso la posibilidad de impulsar el cambio de su candidato presidencial.
Esto no sería imposible, pues la nominación formal de Biden ocurrirá hasta la Convención Nacional de su partido, programada hacia finales de agosto próximo.
Pero ello implicaría, primero, que el aún presidente norteamericano estuviese dispuesto a renunciar a sus aspiraciones, y en caso de ocurrir esta declinación, abriría la puerta a un proceso inédito que se antoja caótico para elegir a un nuevo abanderado, lo que muy seguramente sería aprovechado por Trump a la cabeza de los republicanos para tomar una ventaja definitiva. No hay que cambiar de caballo a la mitad del río, aconsejaría el filósofo Vicente Fox.
Pero las preocupaciones hechas públicas indican que aún para sus propios partidarios, el presidente Biden no las tiene todas consigo, ante la amenaza del fortalecimiento de un Trump vengativo y decidido a todo.
Falta aún el segundo debate, que ocurrirá a principios de septiembre, y la votación presidencial, el primer martes de noviembre.
Entretanto, reinará la incertidumbre en Estados Unidos, y también en México, donde los resultados en el vecino país tendrán innumerables consecuencias para el futuro de la relación entre nuestras naciones, y serán un factor fundamental que deberá tomar en cuenta el gobierno de Claudia Sheinbaum.