Cada que aparece una acusación grave en contra de algún miembro destacado de la 4T, los líderes de este movimiento se apresuran a exonerarlo en automático.
Es el caso de Claudia Sheinbaum con el retirado ministro de la SCJN y miembro de su equipo de campaña, Arturo Zaldívar, quien hoy es investigado por posibles casos de corrupción, amenazas y extorsión.
“Sí, apoyamos al ministro, porque ésta es una persecución política, no tiene nada que ver con su historia”, subrayó la candidata presidencial del oficialismo, en declaraciones hechas en Ensenada, Baja California.
Sin contar con elementos que sustenten sus palabras, Sheinbaum calificó de “persecución política” y “venganza” la investigación ordenada por la ministra presidenta de la SCJN, Norma Piña, en contra de Zaldívar y sus operadores, de lo que se olvidan quienes critican el inicio de esa investigación es que la Ministra no la inició de motu propio, sino por virtud de denuncias que inicialmente sí fueron anónimas, pero ahora han empezado a manifestarse con nombre y apellido Jueces y Magistrados del PJF sobre quienes se ejercieron presiones para pretender manipular las decisiones a su cargo; es decir, la investigación está tomando forma de personas reales.
La narrativa presidencial lleva tres semanas alejada de su propósito que se presume que este mes de campañas , que pensó que llenaría con sus propuestas de reformas constitucionales presentadas el 5 de febrero, sin embargo, lo ha tenido que ocupar contestando acusaciones, reportajes, cometiendo gravísimos errores en una mañanera que, mucho más tarde que lo previsto, se le está convirtiendo en un boomerang.
Las reformas propuestas son intransitables y en el ambiente actual no podrán ser procesadas. En la lucha por controlar al Poder Judicial sus declaraciones respecto a la intervención durante la presidencia de Arturo Zaldívar no sólo fueron catastróficas desde cualquier punto de vista, sino que incluso reforzaron la posición de la ministra Norma Piña.
No es el menor de sus problemas. Creo que el presidente López Obrador no es un cómplice del narcotráfico, pero sus estrategias de seguridad han sido tan erradas, sus respuestas ante las acusaciones tan fuera de lugar, que propician el “sospechosismo”.
Estamos hablando de 180 mil muertos en lo que va del sexenio, al final del mismo se calcula que a ese ritmo, podríamos estar en poco más de 200 mil. La cifra es el doble de la que hubo en el sexenio de Felipe Calderón y bastante superior a la que tuvo Peña Nieto. Los datos, que son los oficiales, no mienten y no vemos donde existen aquellos otros datos.
Hay entidades donde el control del Estado se ha perdido en buena parte de su territorio. Ejemplo, lo tenemos muy cerca de Morelos.
La norma en esas entidades se ha dicho que son la extorsión, el robo, el secuestro, el tráfico de substancias ilegales, se somete a las policías locales, se roban propiedades y se imponen condiciones a los municipios.
Las carreteras registran decenas de robos de tráileres con mercancías cada día, que son colocadas cotidianamente en un próspero mercado negro. Lo mismo ocurre con el robo de gasolina y gas.
Se podrá argumentar que las cosas están así desde hace varios meses. Pero hay una diferencia fundamental: en el plano interno, la narrativa estaba en manos del Presidente. Hoy ya no. Hay quien dice que la popularidad presidencial, según empresas como Mitofsky, está en 55 por ciento. Y probablemente es verdad. Pero todas sus políticas están en números negativos, salvo los apoyos sociales.
Y a 50 días de las elecciones, la candidata del oficialismo, sigue atada al discurso presidencial y a los modos de Palacio, seguimos a la espera de su propio discurso, con su perspectiva y sus propuestas, así que vamos viendo que viene en esa corriente política e ideológica para México, ojalá en las próximas semanas escuchemos propuestas serias.