Una herramienta útil para comprender los procesos políticos y las características de las campañas electorales es la de los estudios comparativos. Sin entrar en complicaciones ni debates sobre la teoría al respecto, podemos sintetizar su origen y fundamentos con la metodología comparativa y el estructural funcionalismo.
En breve, se trata de estudiar las semejanzas y diferencias entre dos o más casos, revisando su estructura, es decir, las partes que los componen, así como la interacción entre las mismas, o sea, su funcionamiento. Los hallazgos nos permiten interpretar las observaciones que hagamos de las realidades en cuestión.
Eso hacemos cuando comparamos los sistemas electorales. Por ejemplo, las semejanzas y diferencias tan notables que hay entre la elección indirecta del presidente de los Estados Unidos de Norteamérica versus la elección directa del presidente de los Estados Unidos Mexicanos. O bien, la elección de representantes populares por mayoría relativa para integrar la Cámara de Representantes en Norteamérica en contraste con el sistema mixto que se utiliza en México, donde una parte de los representantes populares son electos por mayoría y otra por representación proporcional, los famosos plurinominales, en función de la cantidad de votos que obtengan los partidos en una elección específica.
Pero eso también lo podemos extender a la comparación entre procesos más focalizados todavía, como las campañas electorales de dos o más candidatos, los elementos discursivos que ofrecen a su electorado, su imagen pública y muchos otros factores. Más que interesante, resulta revelador.
Pongamos un par de ejemplos, que claro pueden llevarse a la profundidad que se quiera y requiera, pero que como sea nos aportan luz para el análisis político. Nayib Bukele, presidente de El Salvador, obtuvo una aplastante victoria en las pasadas elecciones, más del 85 por ciento de los electores sufragaron a su favor, comparable con los números que ha obtenido el gobernante ruso, Vladimir Putin, ambos, ¿qué cree?, conocidos por sus políticas persistentes, inflexibles y decididas, aunque criticables por sus opositores. ¿Nota usted la semejanza?
Ahora bien, dos casos de populistas con diferencias claras. Javier Milei, de Argentina, y Andrés Manuel López Obrador, de México. Ideológicamente confrontados, uno a la derecha y el otro a la izquierda, sus críticos posicionamientos los llevaron a convencer a los electores para ganar las contiendas a regímenes que se veían reacios a aceptar la derrota. En sentidos contrarios, pero ambos propusieron un drástico giro de timón a las políticas públicas. Y ganaron. Ya lo que ha sucedido en sus gobiernos es materia de otro análisis.
Las candidatas y candidatos deberían contar con equipos profesionales, capaces de hacer análisis serios y profundos para saber en dónde y cómo se pueden conseguir los votos que necesitan para ganar, pero tal parece que, en su mayoría, se siguen contentando con la rupestre politiquería que ha impedido a México consolidar su democracia como una forma de vida y no solamente como un sistema electoral.
Estamos a quince días de que las contiendas inicien formalmente, aunque en la práctica tiene un año que el presidente las echó a andar. ¿Quiénes van bien, quiénes van mal, qué imagen se han formado, cómo han impactado a los potenciales electores, qué mensajes son los que han podido conectar? ¿Verdad que hay mucho por analizar?
Y para iniciados:
Mucho más allá de las diferencias que se puedan tener de opinión, criterios y líneas editoriales en el ámbito periodístico, el atentado de ayer en contra de Andrés Salas debe despertar la solidaridad gremial y encender los focos de alerta. No tiene mucho que escribí sobre la posibilidad de que estas elecciones sean no sólo las más grandes, sino también las más violentas en la historia. Hasta hoy, no veo por ningún lado, la manera de que eso no vaya a suceder. Toda nuestra solidaridad y apoyo moral con Andrés y sus seres queridos.
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