Revisando la historia política de México, vemos que ha habido momentos en que la cercanía con los personajes, llamémosles preponderantes, ha sido para los políticos un factor clave para hacerse de candidaturas, sumar preferencias y ganar en las contiendas electorales.
Quienes vivieron la época hegemónica del esplendor priista lo pueden atestiguar, tanto como los que colgados de la imagen y popularidad de Andrés Manuel López Obrador obtuvieron candidaturas y, en su caso, triunfos en las urnas en las elecciones de 2018 y 2021. La cercanía ahí la hizo de fórmula mágica, como de una especie de garantía política.
Pero eso solamente funcionó en el pasado y ha funcionado en el presente cuando el que llamamos personaje preponderante goza de popularidad, aceptación y simpatía entre la mayoría de los electores. De lo contrario, si se trata de un personaje repudiado, señalado y cuestionado lo más recomendable, electoralmente hablando, es marcar y evidenciar distancia.
De esa forma lo hicieron los candidatos opositores que pudieron ganar elecciones cuando el régimen priista comenzó su declive. Por supuesto, marcar distancia significaba no solamente desmarcarse de una relación personal con el personaje apestado, sino también de su ideología, sus políticas, de su forma de proceder y comportarse. Hasta de todo a todo, si fuera necesario, vamos, incluso apartarse de su forma de hablar y vestir.
Ese personaje también puede ser, en un símil, físico o moral, es decir, puede tratarse de una persona o de una institución. Recuerda usted que, si un presidente de buena imagen pública gustaba de un deporte en particular, todos los demás en automático se volvían fans del mismo deporte. Si el “partido aplanadora”, promotor de la justicia social era el PRI, pues la ruta era ser priista. Bien lo versó Oscar Chávez: “no le hagas al reaccionario, hazte ‘roboplucionario’ y dale gracias a Dios”.
Luis Donaldo Colosio Murrieta rompió con el discurso y las viejas prácticas del régimen priista. Ernesto Zedillo se desmarcó del PRI declarando su “sana distancia” con el partido que lo llevó a la presidencia, pero que ya cargaba un histórico desprestigio. Para Zedillo, la institución priista era un lastre con el que no quiso cargar. Vicente Fox se alejó del sistemae intentó gerencializar la administración pública, al estilo de la privada. No funcionó, pero lo intentó. Calderón Hinojosa, Peña Nieto y López Obrador, todos tuvieron que marcar sus respetivas distancias con lo que no convenía para sus proyectos.
Luego de esta larga introducción, aterricemos esto a nuestros días y a los niveles locales, para darnos cuenta de que hay personajes preponderantes con los que conviene cercanía y otros con los que la distancia es lo más recomendable. Claudia Sheinbaum está convencida de seguir los pasos, las políticas, los pronunciamientos y hasta la forma de hablar de Andrés Manuel. Eso queda más que claro. Pero, específicamente para el estado de Morelos, dada toda la anterior argumentación, a Margarita González Saravia convendría más la distancia del actual gobernador: explícita, clara y contundente, pues Cuauhtémoc Blanco, siendo el peor evaluado de los gobernadores, muy lejos de abonar en positivo, aporta negativos a lo que de por sí ya se antoja una muy cerrada competencia por la gubernatura.Al tiempo.
Y para iniciados:
La cuestionada exfiscal de la Ciudad de México ya fue anunciada en el número dos de la fórmula para el Senado de la República. Habrá quienes piensen que salió muy bien en la encuesta, que la ganó por sobre todas las demás aspirantes. Y otros que no creerán eso ni de broma, que fue puro y duro dedazo. Unos dirán que ya la tiene segura. Pero no, se equivocan. Para que Ernestina Godoy pueda ser Senadora necesariamente tendrían que ganar en las urnas porque, de quedar en segundo lugar Morena, entraría quien encabece la primera minoría. ¿Qué tanto en realidad puede aportar en votos una candidatura así, de dedazo, de privilegio, de cobijo y contubernio? ¿No convendría también a García Harfuchmarcar su distancia de Godoy Ramos?
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