Una regla no escrita, pero muy conocida entre quienes sí saben ganar elecciones, es la desumar y multiplicar, nunca restar y mucho menos dividir. Y hay todavía quienes van pragmáticamente más lejos. Afirman que en política hasta los, como diría mi querido amigo Hugo Calderón, “jijos del maiz”, son útiles.
En el ámbito federal, particularmente rumbo a la elección presidencial, vemos dos planteamientos principales que ya se presentaron a los electores: el oficialista, encabezado por Morena y el bloque opositor, con los tres partidos nacionales minoritarios sumados.
La polarización política, fenómeno extendido en los últimos años en muchos países latinoamericanos, en el caso mexicano se encuentra muy identificada con las opciones y las alianzas electorales.
La división, que en inglés se ha conocido bajo el concepto de los “cleavages, cuya traducción más cercana al español, podría ser “escisiones”, de un lado, tiene a una coalición con pretensiones de unidad ideológica en torno a la cuarta transformación. Y de otro lado, a la suma heterogénea de los partidos opositores, que no se platean la uniformidad, sino objetivos y acuerdos, muy generales.
Sin embargo, conforme pase el tiempo, y dado que la propuesta ideológica de Morena no da por sí sola para convencer a las clases medias y menos a las altas, tendrá que moverse un tanto de la izquierda hacia el centro, abriendo, por lo menos en el discurso, líneas dedicadas a la inclusión, la democracia, la tolerancia y el diálogo, mismas que en el proyecto original del presidente López Obrador se han presentado únicamente para quienes concuerden y apoyen por entero a su gestión gubernamental. Todo y todos los que disientan, no tienen cabida en el proyecto. Su apuesta es por lograr una mayoría que tenga el control presidencial y legislativo.
Por el contrario, la apuesta del grupo opositor es capitalizar electoralmente las inconformidades con el régimen, es decir, a esos que disienten y se saben excluidos del proyecto oficial. Y ya lo han ido consiguiendo. Cada vez más nos enteramos de renuncias a Morena, mayormente para integrarse al bloque de la oposición. El tema ideológico ahí, está hecho desde origen completamente a un lado y, seguramente, seguirán manteniéndose al centro.
Si esas rupturas se dan por no haberse conseguido las postulaciones a las que aspiraban es lo de menos. Lo más relevante es que se van con los de enfrente y, sea lo que sea, que se lleven consigo, es una resta para los morenistas y una suma para los opositores. Entérminos prácticos, como las elecciones se ganan con votos, estas escisiones representan menos para unos y más para los otros.
En medio de esta polarización está la tercera propuesta, que hasta el momento da la impresión de ser marginal. Movimiento Ciudadano sigue contando con su seis por ciento de preferencias electorales y su mayor reto para el mes de marzo, no es lograr mayores preferencias, sino alcanzar el número mínimo de candidatos que las leyes exigen para poder contar con acceso al reparto de las posiciones plurinominales que estarán en juego.
Se avecina una elección polarizada, en la que la ideología tendrá su peso e influencia, pero no pinta para ser definitiva.
Y para iniciados:
Flaco favor hicieron al proyecto político, Cuauhtémoc Blanco y su hermano Ulises Bravo, minimizando la salida de morenistas y tratando de reventar la conferencia de prensa de los opositores, el día de ayer. Todo lo contrario a desviar la atención, la incrementaron y pusieron como víctimas de asedio a quienes dejaron las filas guindas y que sí tendrán cabida en las postulaciones, negadas a rajatabla en la alianza oficialista.
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