El abuso sexual cometido en contra de personas menores de edad, representa una de las formas más graves de maltrato infantil, ya que vulnera en perjuicio de las niñas, niños y adolescentes el derecho a la integridad física y dignidad humana, afectando severamente el normal desarrollo psicosexual.
Este delito comprende cualquier tipo de acto erótico sexual que una persona ejerza de manera forzada en contra de la víctima, específicamente al realizar tocamientos lascivos en las partes íntimas. De acuerdo a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), México es el primer país del mundo en cometer abuso sexual contra menores y lamentablemente, el noventa por ciento de estas conductas antisociales son realizadas dentro del propio entorno familiar. Lo que quiere decir que, en su mayoría el abuso se comete por abuelos, tíos o primos, e incluso, aunque sea difícil de creer, se realiza por padres o hermanos.
Bajo esta circunstancia, es necesario asentar que el abuso entre familiares resulta sencillo, pues el agresor, aprovechándose del vínculo de confianza que tiene con la víctima, disfraza la gravedad del acto; por ello, una de las primeras consecuencias que causa en el menor es el impacto emocional, pues resulta difícil pensar que un familiar pueda causar un menoscabo de esa naturaleza. Por citada razón, el Código Penal vigente del estado de Morelos, sanciona esta conducta con una pena privativa de la libertad de ocho hasta doce años de prisión. Sin embargo, debe mencionarse que esta sanción se impone por la comisión de un solo acto; es decir, si el abusador realiza tocamientos de manera reiterada, se configura un concurso real homogéneo, el cual tiene lugar cuando un sujeto activo comete ilícitos iguales en contra del mismo sujeto, pero en distintas ocasiones. En estos casos la ley dispone que la pena de prisión deberá ser sumada por cada uno de las conductas individuales cometidas en agravio del menor.
No debemos perder de vista, que el abuso sexual en un entorno familiar afecta gravemente al menor de edad, produciéndole estrés, ansiedad, depresión y un shock cognitivo tan grande, que en la mayoría de los casos las víctimas prefieren no informar, menos aún denunciar lo sucedido. Sumado a ello, los agresores hacen uso de amenazas o chantajes, que dan lugar a la impunidad del hecho.
Cada año 5.4 millones de niñas y niños son víctimas de abuso sexual en México. Las cifras son alarmantes, por lo que es imprescindible generar herramientas en los infantes que les permita saber que nadie puede tocarlos sin su consentimiento, además deben saber que los padres y las autoridades los protegerán ante este tipo de situaciones. Recordemos que, ante la ausencia de testigos, el testimonio de la víctima tiene un valor preponderante. Por ello no solo es obligatorio creerles a las víctimas, sino también aceptar que un familiar sí puede consumarse como abusador y a pesar de lo difícil que sea, los padres deben denunciar y ayudar a que la víctima reciba tratamiento psicológico por algún especialista.