Por: Alejandro Cárdenas
¿Sororidad? Para muchas y muchos, pareciera una palabra de difícil comprensión e incluso pronunciación, pero sororidad, tiene su raíz etimológica en la palabra latina «soror», que significa «hermana” y comenzó a usarse a partir de la década de los 70´s en los movimientos feministas para describir la interacción y relación entre mujeres que se basa en el apoyo mutuo, el respeto y la empatía.
El termino buscó desde el inicio, reflejar la importancia de la unión entre mujeres en la lucha por la igualdad de género, en contraposición a la competencia y rivalidad que a menudo se fomentaba -y sigue- en una sociedad patriarcal.
Se basa en la idea de que las mujeres deben unirse y apoyarse mutuamente, reconocer las experiencias y luchas comunes que enfrentan, y trabajar juntas para lograr cambios sociales.
En últimas fechas, la sororidad ha logrado establecer significativos lazos de hermandad, hoy el uso de la tecnología permite a las mujeres conectarse entre sí, crear redes y además oportunidades profesionales y personales, lo que ha podido ayudarles a avanzar en sus carreras y lograr sus metas y también, a proporcionarles un sentido de empoderamiento y fortaleza pues ya es notorio que se apoyan en sus luchas personales y colectivas.
En el cuarto trimestre de 2022, INEGI, afirmó que en el país residían 67 millones de mujeres, lo que representa el 52 % de la población y visto fríamente, si la sororidad en verdad se practica, México es un país donde las ventajas de las mujeres son incalculables, sin embargo; es importante reconocer que la práctica de la sororidad no está exenta de retos y desafíos, como la competencia internalizada, ser inclusivas, construir confianza y contar con recursos y apoyo institucional.
Entre los retos se puede mencionar la exclusión: a veces, la sororidad puede fomentar la exclusión de las mujeres que no se identifican con el feminismo o que tienen diferentes puntos de vista sobre la igualdad de género. Esto puede generar divisiones y dificultar la construcción de alianzas más amplias. Un reto más son los grupos cerrados: en algunos casos, la sororidad puede volverse un grupo cerrado y exclusivo, donde solo ciertas mujeres son aceptadas o se sienten incluidas. Esto puede perpetuar la exclusión y no cumplir con el objetivo de promover la igualdad de género para todas las mujeres. Otro reto es la falta de reconocimiento de las diferencias: la sororidad puede promover la idea de que todas las mujeres tienen experiencias y luchas iguales, lo que puede minimizar las diferencias de raza, orientación sexual, clase social y otros factores que también influyen en la discriminación y opresión que enfrentan algunas mujeres.
Uno de los mayores desafíos es la internalización del patriarcado por parte de las propias mujeres. El patriarcado ha inculcado en las mujeres la competencia, los celos y el resentimiento hacia otras mujeres, lo que dificulta la solidaridad entre ellas. Muchas veces, las mujeres se ven afectadas por lo que se ha dado en llamar el «síndrome de la reina abeja», una de las principales razones por las que puede surgir este síndrome es el miedo a la competencia. Es un problema que puede surgir en espacios de sororidad y feminismo, cuando algunas mujeres utilizan su poder y posición para perjudicar a otras.
Algunas mujeres pueden sentir amenazada su posición o estatus si otras mujeres tienen éxito o destacan en algún ámbito y ocurre que en lugar de apoyar y animar a otras mujeres, prefieren sabotearlas o desacreditar su trabajo y ser despreciativas con otras mujeres para ganar el favor y la aprobación de los hombres. Superar este condicionamiento patriarcal es fundamental para poder practicar la sororidad de manera genuina y efectiva.
Otro desafío en la práctica de la sororidad es la falta de inclusión y reconocimiento de las experiencias de mujeres de diferentes orígenes, culturas y clases sociales. La lucha feminista a menudo ha sido liderada por mujeres blancas y de clase media alta, lo que ha dejado de lado a las mujeres de comunidades marginadas.
Para que la sororidad sea realmente inclusiva, es necesario reconocer y valorar las experiencias y perspectivas de todas las mujeres, especialmente de aquellas que enfrentan múltiples formas de opresión. Además, la falta de confianza y el miedo a la traición también son obstáculos en la práctica de la sororidad. Las mujeres han sido históricamente traicionadas y victimizadas por otras mujeres en el contexto del patriarcado, lo que ha generado desconfianza y hostilidad entre ellas y para superar este desafío, es necesario construir relaciones de confianza y creer en la intención positiva de otras mujeres.
Y entre otros, la falta de recursos y apoyo institucional también dificulta la práctica de la sororidad. Muchas veces, las mujeres se encuentran en situaciones de opresión y violencia donde la solidaridad entre ellas es fundamental, pero carecen de los recursos y el apoyo necesarios para salir adelante.
Es importante abogar por políticas y medidas de apoyo que promuevan y respalden la sororidad en todos los niveles y así lograr un mundo más igualitario para todas las mujeres.
La cultura patriarcal ha impuesto roles rígidos de género que han afectado tanto a hombres como a mujeres. Sin embargo, algunas mujeres pueden sentir la necesidad de mantener estos estereotipos para obtener aceptación social o mantener su posición en estructuras de poder dominadas por hombres. Esto puede llevar a que se juzgue y critique a otras mujeres que no encajen en estos moldes, debilitando así la sororidad.
La sororidad, como concepto que promueve la solidaridad y el apoyo entre mujeres, es fundamental para empoderar y fortalecerlas en la lucha por sus derechos y la igualdad de género.
Para construir una sororidad más sólida y robusta, es importante abordar estos problemas y que ellas trabajen juntas para superarlos. La solidaridad entre las mujeres es crucial para avanzar hacia una sociedad más igualitaria y justa para ellas.
La sororidad no es exclusiva de las mujeres. Los hombres también pueden participar y beneficiarse de esta relación basada en el respeto y la colaboración. De hecho, es fundamental que los hombres se sumen a este movimiento para ser aliados en la lucha por la igualdad de género.
El machismo, ha sido un sistema de creencias y comportamientos que perpetúa la dominación masculina sobre las mujeres. Se basa en la idea de que los hombres son superiores a las mujeres y que estas deben ser sumisas y obedientes.
Es importante que los hombres reconozcan sus privilegios y cómo estos afectan a las mujeres. La sororidad implica desaprender comportamientos machistas y promover relaciones de igualdad y respeto, lo que implica cuestionar y desafiar las normas de género que perpetúan la desigualdad y la violencia hacia las mujeres, entonces; es necesario comenzar por erradicar la misoginia y el sexismo en el entorno, para construir una sociedad más justa y equitativa.