La abogacía, es sin duda una de las profesiones más antiguas en el mundo. Ello se debe a que, las acciones de defensa y representación de los derechos de las personas, son mecanismos necesarios para mantener la convivencia social en un Estado de Derecho. Es por ello que el trabajo de l@s abogad@s es una pieza importante para la obtención de un sistema jurídico adecuado y organizado, pero más allá de ello, para alcanzar una sociedad más justa.
La profesión del abogado, no radica en memorizar leyes como comúnmente se cree, sino en conocer el origen, la estructura, los objetivos y sobre todo, la aplicación de las mismas. Sin embargo, para que en cada juicio se garantice el derecho al debido proceso legal, es imprescindible que los expertos en las normas se conduzcan bajo los principios de probidad, transparencia y responsabilidad, pues solo así se garantiza un juicio justo y una sentencia lo más apegada a la realidad de los hechos.
Sin embargo, pese a que esta profesión se caracteriza por conseguir la impartición de justicia, cierto es también que la reputación de los juristas muchas veces se ve opacada por la falta de ética profesional, así como por actos de ilegalidad y corrupción, pues son diversas los casos en los que tanto litigantes, como impartidores de justicia se prestan a diversos actos que además de contravenir a la Justicia, lesionan gravemente a la ciudadanía.
Paradójicamente, son los abogados quienes ostentan la primera línea de defensa contra las arbitrariedades y el ejercicio ilícito del poder. Por ello, para la eliminación de las malas prácticas, desde el año dos mil once, se hicieron reformas constitucionales, para que las autoridades en el ámbito de sus competencias deban velar por la garantía de los derechos humanos. De esta manera, quedó establecido en el artículo 17 de la Carta Magna el reconocimiento a la correcta administración de justicia como un Derecho Humano; debe decirse que, cualquier acción contraria a la norma dentro de un proceso judicial, puede ser investigado e incluso llegar a ser sancionado su proceder.
Bajo esta óptica, al existir verdaderos profesionales del derecho que rigen su actuar en la honorabilidad de las prácticas judiciales, quedó instituido desde el año 1960 la conmemoración en México del Día del Abogado. El doce de julio de 1553 se impartió la primera cátedra de Derecho en la Real y Pontificia Universidad de México. Desde entonces, en esta fecha se reconoce la labor que realizan los litigantes, los impartidores de justicia, los fiscales, defensores, administrativos, catedráticos académicos y todos aquellos que, con uso de las leyes, todos los días, luchan por hacer de esta sociedad un lugar mejor.
Es por eso que, en el marco de esta celebración es menester recordar el compromiso de la profesión con la justicia y además reconocer que sin abogados no hay cumplimiento de las leyes, sin leyes no hay derecho, sin derecho no hay justicia y sin justicia hay anarquía. ¡Feliz Día a las y los abogad@s!